No sabía muy bien qué era lo que estaba haciendo. Realmente me sentía muy incómoda. No me gustaba que hubiera tantos desconocidos en mi casa. No me gustaba haberme puesto un vestido sólo porque mi padre me lo había pedido. No me gustaba la actitud de Connor esa mañana. En definitiva, no me gustaba ser yo.
Sin embargo, estaba harta de tener que sentirme mal absolutamente todos los días de mi vida por culpa de quienes tenía a mi alrededor. Los únicos que se salvaban eran mi hermanito Luke y Aiden. Así que decidí hacer como si nada e intentar poner buena cara hasta autoconvencerme a mí misma de que me lo estaba pasando genial. Por mí y por ellos dos. Porque me apetecía muchísimo disfrutar de una barbacoa con mi familia com cuando era pequeña y no estaba dispuesta a que mi padre me arrebatara los pocos momentos como ese que aún compartíamos.
-¡Ashley! ¡Mira lo que me ha regalado papá!- gritaba mi hermano mientras venía corriendo hacia mí con un juguete en la mano.
-¡Anda! ¡Un dinosaurio nuevo!
-¡Eh! Yo también quiero uno.- agregó Aiden a mi lado.
-¡Denny!
Mi hermano dejó de prestarme atención para abalanzarse a los brazos de mi novio en un abrazo. A lo que este contestó levantando al pequeño y girándolo por los aires.
Una de las cosas que más me gustaba de Aiden es que seguía siendo el mismo que cuando teníamos ocho años. Las mismas bromas, la misma energía, las mismas payasadas y risas aseguradas. Me quedé contemplándolo mientras jugaba con mi hermano con una sonrisa en la cara. Y es que aquellas dos personas me hacían tan feliz... Eran mi rayo de luz en medio de la oscuridad.
Fue esa la razón por la cual me pasé toda la barbacoa pegada a ellos haciendo el payaso en el jardín y jugando al baloncesto con una papelera colgada en la valla a modo de canasta. Todo esto ignorando las miradas fulminantes de desaprobación de mi padre. Sabía que más adelante me caería una buena bronca por no dar una buena imagen, ser tan inmadura y blah, blah, blah. Pero en ese momento todo me daba igual. Me había prometido a mí misma disfrutar de aquel día como solía hacerlo hace años. Así que en ese instante, sólo existíamos nosotros y la cancha imaginaria. Aunque por otro lado, también empezaban a existir mi cansancio y mi sed.
-¡Pausa, chicos! Voy a por algo de agua.
-¡No tardes!- me gritó mi hermano desesperado por seguir jugando mientras yo me introducía dentro de la casa.
Atravesé el salón y el pasillo a toda velocidad mientras me abanicaba la cara con la mano para recuperar un poco el aliento hasta por fin llegar a la cocina. Y por sorpresa para mí, Connor estaba apoyado en la encimera.
¿Por qué todos nuestros encuentros ocurrían en el mismo lugar?
Me pregunté qué estaría haciendo allí a solas mirando a la nada cuando todo el mundo se encontraba en el jardín, pero decidí no preguntarle porque no estaba de ánimos como para hablar con él. Sin embargo, como no podía ser de otra manera tratándose de Connor, tuvo que llevarle la contraria a mis sentimientos.
-Para salir a correr casi todos los días tienes poco fondo.
No le contesté. En lugar de ello me acerqué al frigorífico sin mirarle y saqué una botella de agua fría. A continuación, me acerqué a uno de los armarios para coger un vaso.
-Es broma. En realidad, hace mucho calor como para estar jugando debajo del sol. No sé cómo no os da un chungo.
¿Qué coño pretende ahora?
Opté por seguir ignorándolo. Así que me bebí el vaso de agua lo más rápido que pude y me dispuse a salir de la cocina. Sin embargo, Connor se acercó a mí a toda velocidad y me agarró por la muñeca para impedir que me fuera, obligándome así a mirarlo por primera vez a la cara.

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Mi protagonista
Romance¿Qué pasaría si tuvieras que convivir con un actor famoso? Ashley está harta de vivir en el mundo de ensueño de su padre, Robert Walker, un prestigioso director de cine. Pero la gota que ha colmado el vaso, es que este decida alojar en su casa a uno...