Peligro a la vista

472 72 42
                                    

Tal vez perdió la noción del tiempo, pues cuando empezó a caminar de regreso al auto que la llevó, ya estaba oscuro y apenas podía guiarse por la luz de la luna

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tal vez perdió la noción del tiempo, pues cuando empezó a caminar de regreso al auto que la llevó, ya estaba oscuro y apenas podía guiarse por la luz de la luna. En algún momento, mientras veía el auto cada vez más cerca, el mundo le dio vueltas y no pudo seguir. No se dio cuenta cómo terminó con la mejilla contra el suelo, con un pitido en sus oídos, y todo se desvaneció.

Al inicio no fue consciente de que estaba despierta, todo fue como en un sueño. Pero, cuando al fin Eva pudo entreabrir los ojos, notó que estaba recostada en una camilla. No veía el cielo arriba, sino una especie de lona... ¿Acaso era una carpa?

También escuchó voces, y pensó que era una alucinación. Creyó eso hasta que sus sentidos se fueron aclarando y pudo oír mejor. No hablaban en susurros, pero sí en voz baja, tal vez para no despertarla. Eran sus asesores Fiorella y Julio.

—No se la han tragado. Putos gringos de mierda... —dijo Fiorella, cosa que despertó todas sus alarmas—. Ya sabes lo que harán, si es que no lo están haciendo en este momento.

—¿Pero cómo la llevamos de regreso a la cumbre así? ¿Y qué les vamos a decir? Siguen siendo unos fascistas, obvio que no nos van a creer.

—Es que, July, ¿cómo le dices a esa gente que, literal nos reventó el planeta con bombas, que sea paciente? Esos maniáticos no creen en nada. Mira, yo sé que Eva lo hace con las mejores intenciones, pero se olvida de que no todos son como ella.

—Ay, idiotita. Cállate que si te escucha nos despide.

—Está descansando, carajo. Tú eres el que tiene voz de pito. Encima me dice el de seguridad que el único representante de América del Norte que habla español "exige" una explicación de nuestra Eva.

—¿Disculpa? ¿Y ese quién chota es? —preguntó Julio de lo más indignado.

—Eso es lo que dije yo, viejo igualado, quien mierda se cree...

—Chicos... —interrumpió con una voz pastosa que no parecía de ella misma, pero que sus asesores reconocieron. Callaron de inmediato, y se miraron entre sí con susto.

—Nos va a despedir... —murmuró Julio, casi como un quejido.

—No voy a despedir a nadie —intentó incorporarse, pero el cuerpo se le hizo pesado. Los dos acudieron a ella de inmediato y la ayudaron a sentarse, algo que la dejó mareada unos segundos.

—Perdón, Eva —dijo Fiorella—. No queríamos que escucharas nuestras vulgaridades...

—Ya, no importa. ¿Qué hora es?

—De madrugada —respondió Julio—. Las tres, siendo exacto. Te trajeron a este hospital ambulatorio, lo montaron según el protocolo, apenas te fuiste a ver a... A ella. —Eso último lo dijo con cuidado.

—¿La viste, Eva? —Fiorella se acercó un poco más—. ¿Es cierto? ¿Es ella de verdad?

—Si, la vi y hablamos. Me mostró cosas y... Ella... Bueno, no es como creíamos que sería. Se llama Wynga. Wynga de Egel.

Los desterrados hijos de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora