La hora

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La calma llegó más pronto de lo esperado

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La calma llegó más pronto de lo esperado. Antes de que se dispersaran, del cielo bajaron cápsulas para que uno de los presentes. Todos se acercaron a la que pensaron les correspondía, y hallaron lo mismo: Un ambiente adecuado para dormir, abrigo y comida. Encontraron alimentos en conserva que parecían de fabricación humana. Estaban tan hambrientos que nadie se puso a pensar de dónde o cómo lo consiguieron.

Inspeccionando alrededor, y usando lo que les enviaron, improvisaron una hoguera. Así, poco a poco, esta fue creciendo hasta ser lo suficiente grande para que pudieran sentarse juntos, uno al lado del otro, formando un círculo alrededor del fuego. 

En silencio al inicio, y luego entre conversaciones casuales, repartieron su comida y se alimentaron con calma hasta no dejar nada. Esa podía ser la última cena, se dijo Eva, era mejor comer lo suficiente para estar lúcidos el siguiente día del juicio.

Mientras cada quien estaba en lo suyo, hablándose en los idiomas que entendían, Eva los miraba con atención. Tan distintos, y llenos de engaños. Había quienes parecían muy seguros e intransigentes, pero Eva escuchó sus gritos y vio el miedo en ellos cuando los llevaron a ese lugar. Eran iguales, humanos después de todo.

Ella ya había entendido que no podía seguir pensando en "el otro bando", porque al final estaban en el mismo juicio, en el banco de los acusados. Y ojalá fuera más fácil comprenderlos, entender ese miedo que los llevaba a actuar de forma tan irracional a veces. Tal vez solo tenía que aceptarlos y nada más. Guiarlos, si era lo que necesitaban. Para eso estaba ella en el mundo.

Poco a poco cada quien se fue excusando debido al agotamiento, y entraron a sus cápsulas. Algunos sacaron el abrigo de ella, y prefirieron dormir al aire libre, por temor a que dentro hubiera algo que les hiciera daño. Y Eva, quien sí quería en tener un sueño largo, se despidió de todos y se alejó un poco para caminar e intentar relajarse.

Buscó la soledad, y miró hacia arriba. Allí donde estaba la nave que, sin dudas, los vigilaba. Tal vez había uno o varios akgi observándolos, o quizá la misma Masshis. Podía ser, pero a ella solo le importaba alguien, y miraba las pequeñas luces de la nave, como si Wynga pudiera verla desde allí. Quería creer que lo hacía.

—Ah, así que acá estaba. —Eva retrocedió un paso cuando reconoció esa voz, y lo vio acercarse a ella. Pronto se serenó, pues notó que no era ninguna amenaza.

—Señor Smith —le dijo, no sabía si podía llamarlo por su nombre.

—¿No puede dormir? Estamos iguales. Esta noche será muy difícil.

—Quiero despejarme un poco antes de acostarme. —El hombre no contestó, solo se paró a su lado, siguiendo el rumbo de su mirada, hacia la nave.

—Es increíble, ¿no? Que de verdad sucediera. Tantos años de películas de ciencia ficción y destrucción. La gente las veía y las disfrutaba con la seguridad de que los "buenos" ganarían, convencidos de que algo así no iba a suceder.

Los desterrados hijos de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora