"¿Qué estás haciendo, hija de Egel?", se preguntó una vez más.
Eso no tenía que estar pasando. Era un sinsentido, y también contraproducente. Una insensatez, una desgracia. Sí, una desgracia para ella. ¿Acaso no se estaba condenando? No existían uniones inter especies en la galaxia, y aun si las hubiera, no podría ser con una humana.
"¿Y por qué estás pensando en una unión de especies, si apenas la has besado?", se preguntó.
Tal vez Wynga tenía muchas dudas, pero solo una cosa era segura: Esa versión de ella era lo peor que le podía pasar. Y lo mejor para la humanidad, a todas luces.
No se suponía que llegó para darles una oportunidad.
No quería salvarlos.
No le importaba hacerlo.
Eran neeren. Muchas razas en la galaxia aún los odiaban. Aún darían lo que sea para ver muertos a todos y cada uno de los descendientes de aquella raza maldita.
Los hijos de Egel eran unos de ellos. Sufrieron tanto cuando Neeredia se expandía en la galaxia, sembrando la muerte. Ella misma, la líder, fue víctima de su crueldad.
Entonces, ¿por qué pidió una oportunidad para ellos?
Por Eva, en parte. Pero también porque esa mujer le hizo caer en cuenta de que no estaban siendo justos.
El mismo Sa'Rat, quien no era el más entusiasta en salvar a los humanos, le dijo que los terrícolas eran distintos a los otros.
Tal vez repitieron el patrón de procesos históricos de conquista, guerras y destrucción; entre otros rasgos violentos que caracterizaban a su especie, pero el espíritu humano tenía algo único que no compartían con sus ancestros. ¿Y acaso era justo deshacerse de ellos sin siquiera escucharlos?
A todos los sorprendió cuando pidió una reunión con los miembros del Comité. Y fue más impactante saber que llegó a plantear una propuesta de un nuevo juicio, algo sugerido por los mismos humanos.
—¿Y cuáles son los argumentos que validan esa postura, Wynga de Egel? —preguntaron.
¿Qué decir? ¿Que deseaba con todas sus fuerzas salvar a una criatura humana? Que ella era pura, iluminada, y perfecta a sus ojos.
Que a pesar de todo el daño que le hicieron, ella no deseaba el mal a nadie. Que perdonó, y luchaba por su especie. Algo más allá de su comprensión, pero que tenía sentido en la espiritualidad humana.
Perdonar, para acabar un ciclo. Perdonar para empezar de nuevo y volver a vivir.
El principio de eterno retorno. Así le dijo Sa'Rat que le llamaban los humanos. O bueno, los humanos estudiosos. La mayoría de seres de ese planeta no era consciente de los ciclos que repetían, casi como una fórmula sagrada, para tolerar el tiempo.
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Los desterrados hijos de Eva
Science FictionA Eva no tienen que contarle la historia: Ella lo ha vivido todo. Desde una pandemia global en su adolescencia, hasta el invierno nuclear del año 2024. Trece años después, con el mundo al borde del colapso social y económico, los países antes indepe...