Entre nosotras

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Había muchas cosas que decir sobre la situación, y en verdad no sabía cómo expresarlo

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Había muchas cosas que decir sobre la situación, y en verdad no sabía cómo expresarlo. Conocía a Julio lo suficiente para tener claro que no era un arranque de locura, o que no sabía lo que estaba haciendo. Pero llevaba todo el día y buena parte de la noche al lado de Sa'Riat y Sa'Tarie, jugando, o mostrándoles cosas. Y, de alguna forma, los tres podían entenderse aunque no hablaran el mismo idioma.

—Yo sé lo que dicen —afirmó el chico, muy orgulloso además—. Podré ser un sucio humano, y en parte es cierto porque no me baño desde ayer. Pero sí que soy divertido y buena onda. —Fiorella y ella se miraron, su asistente solo negó con la cabeza, cada vez más exasperada.

—¡Pero deja de decir huevadas, coño! —contestó Fiorella, levantando los brazos—. ¿Qué vas a entender lo que dicen? ¿Ahora hablas alien?

—Cállate, boluda, vos no sabes nada —se defendió él—. Ellos no dicen palabras, pero los entiendes igual, ¿captas? Como si te lo comunicaran por aquí —añadió llevándose un dedo a la sien—. Envían un mensaje, una idea general. Entonces los entiendes.

Fiorella la miró, y Eva se encogió de hombros. Aunque hasta el momento solo había tenido comunicación formal con Sa'Rat, lo que explicaba Julio parecía razonable para los akgi.

—Si, definitivamente ha enloquecido —declaró Fiorella, poniéndose de pie—. Eva, por favor, dígale algo. No puede estar todo el día jugando con los aliens. Que se ponga a laburar o algo —añadió, fingiendo el acento de la antigua Argentina para molestarlo. En realidad, a ese punto de la historia, ya todos decían cualquier jerga latinoamericana.

—¡Pero la concha de la lora, Fio! ¿Cuándo me has visto vagar a mí? ¿Te piensas que cuidar aliens no es un trabajo?

—¡Basta! Dios, no me quiero reír en este momento tan crítico —les dijo ella, levantando un poco la voz, y de verdad quería carcajearse. Era un hecho que los akgi llegaron a alborotar todo en casa.

—Lo siento, lo siento —dijo Julio de inmediato—. Si me lo pide, basta de aliens por el resto del día —añadió, mirándola a los ojos—. ¿Puedo hacer algo por ti? ¿Hay respuestas del cielo? ¿Alguna novedad de los gringos y sus aliados fascistas?

—Pues ya sabes, el alto al fuego es oficial. Y Wynga no ha vuelto a comunicar ningún mensaje de la Comisión, supongo que seguimos en espera.

—Entonces, o nos perdonan, o nos vamos a la mierda —concluyó el chico—. Pero bueno, ¿cómo pinta la cosa? Así, siendo bien sincera.

—No lo sé, Julio. Solo nos queda tener fe. Y rezar mucho. Si eso nos da calma a todos, es lo que haremos.

—Tal vez una transmisión de radio —sugirió Fiorella de inmediato—. Como en los viejos tiempos. Puedo coordinar con los de comunicaciones.

—Oh, sí. Eso estaría perfecto. Hazlo, si... Por favor —le pidió.

Desde que le dio a la gente ese mensaje de que la destrucción se avecinaba, se encargó de que todos los pueblos de Latinoamérica estuvieran bien informados para que no cayeran en pánico. Y sí, lo estaba dando todo para evitar la destrucción. Pero ya hacía falta que les hablara, que les diera calma en ese momento de angustia.

Los desterrados hijos de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora