El que lo sabe, no lo dice

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Ni de lejos Eva creía que había pasado lo peor

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Ni de lejos Eva creía que había pasado lo peor. Hablar para toda la humanidad, o al menos para quienes lograron escucharla, fue duro. Lo entendía, después de años de desolación y de lucha, de pronto llegaba ella a decirles que fue en vano, y que su mundo tenía fecha de caducidad.

Todo eso era una carga terrible. Pero estaba segura de que mirar a los ojos de los líderes de los otros sectores del mundo sería aún peor.

¿Cómo decirles? ¿Cómo explicarles lo que vive un alma en una noche oscura, cuando al fin encuentra la claridad? ¿Cómo poner en palabras su experiencia, esa que la llevó a entender cosas que el ser humano llevaba siglos buscando?

No fue fácil, y tuvo que volver a sus orígenes, tuvo que desprenderse de sí misma para entender que el mundo material solo era una atadura de la que liberarse, y que su papel como gobernante tenía sentido porque ella quería darle a la gente un rumbo que seguir. Un rumbo que liberara sus almas. Entregarles la esperanza que perdieron en esos años de guerra, y trazar un camino para elevarse. Todo era duro, pues ya sabía que no iba a llevar a cabo su misión.

—Gobernadora. —Fiorella y Julio andaban detrás de ella, junto a toda la escolta que la acompañaba al salón donde se encontraban los líderes que escucharon su mensaje. Eva giró de lado, quien habló fue Julio—. Me informan que hay protestas en la sala de conferencias.

—¿Y creen que es mejor esperar?

—Al menos un momento, sí —continuó el joven—. Hemos cortado la comunicación, y las entradas están custodiabas. Solo hablan entre ellos. Así, no podrán dar órdenes.

—¿Como bombardear la nave de Wynga? —preguntó Eva, y Julio asintió.

—O algo peor —sugirió Fiorella—. Tal vez ellos podrían...

—No —interrumpió ella—. No les daré tiempo para que se asocien y tomen una decisión, llegaré allí a decirles las cosas como son.

—Gobernadora —interrumpió fue el jefe de seguridad—. Disculpe, no soy quién para meterme en sus decisiones. Pero ellos... Todos ellos... No han cambiado nada. Siguen siendo los belicistas que nos trajeron a esto.

—Lo sé —contestó, mirándolo de lado—. Es por eso que tengo que intervenir.

—Eva...

La voz de Julio sonó extraña, y apenas habló, todos se detuvieron. Allí, justo al final del pasillo, estaba la comisión de la Nueva Gran Rusia, encabezada por su líder, Yul Diátlova.

Todos los acompañantes de Eva se detuvieron, otros se pusieron en alerta. Le quedó claro que ellos no deberían estar allí, es más, que no debieron salir. ¿Y cómo lo lograron? ¿Cuántos más salieron de la cumbre y andaban tramando algo?

Ne volnuytes', my prosto prishli syuda pogovorit' s gubernatorom Evoi. —Nadie dijo nada, pues nadie de su gabinete hablaba ruso. Pero Yul la miró directo a ella, y habló con tranquilidad. Incluso le pareció notar una media sonrisa en su rostro.

Los desterrados hijos de EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora