No se engañaba, sabía lo que fueron a buscar. Tal vez habían pasado los años, y varias desgracias que hicieron caer a las antiguas potencias mundiales, pero las cosas seguían siendo tal como antes: Una vez más querían sus recursos.
Eva recordaba con claridad los últimos años. Al inicio todos bromearon, incrédulos, ante la amenaza de una tercera guerra mundial. Nadie creyó que fueran a usar bombas nucleares, pues eso significaría una destrucción masiva. Pero lo hicieron, y se aniquilaron entre ellos. Y también pagaron los inocentes.
El inicio del 2024 fue trágico, y en Sudamérica no la pasaron bien. Todos vivían crisis sociales y económicas, a eso se le sumaron las emergencias ambientales. Su parte del mundo parecía estar yéndose al mismísimo demonio, cuando las bombas terminaron de destruir lo que les quedaba.
¿Cuánto tiempo estuvo encerrada y sobreviviendo? Si pensó que la pandemia del COVID la entrenó para eso, así como a muchos jóvenes de su generación, estuvo muy equivocada. Porque el mundo moderno empezó a romperse poco a poco, y no volvió nunca más.
Sin Internet ni luz, apenas con radios a pilas. Sin agua en muchos lugares, sin comida. Y frío, mucho frío. Lo último que Eva vio por su celular fue un vídeo de cómo explotaron las bombas nucleares en Israel. Luego, todo se acabó. Luego quedó eso. Los vestigios de su civilización.
—Por un año entero imperó el caos —dijo por el micrófono en la sala donde reinaba en silencio y la expectativa.
Hablaba en español, casi orgullosa de eso. Y podría hablar en quechua si quisiera, pero decidió no ser tan cruel con los extranjeros que ahora llegaban a arrastrarse ante los que alguna vez llamaron "Sudacas" con desprecio.
—Un año en el que no supimos nada de los países vecinos, un año en el que nos dedicamos a sobrevivir sin saber lo que pasaba —continuó—. Los gobiernos cayeron. Algunos por las circunstancias, otros derrocados por su pueblo. Argentina y Uruguay se unieron al inicio, no tenían mucho por lo que luchar cuando sus capitales quedaron arrasadas. Pensaron que no encontrarían nada hasta la costa del Pacífico, pues en el Atlántico, Brasil luchaba por resistir. Y de Chile quedó poco, el frío y las heladas mataron a muchos, ni hablar del gran terremoto. Tuvieron que migrar a Perú... O lo que quedaba del país andino. Nada era alentador, ni siquiera en el norte, donde Ecuador, Colombia y Venezuela vivieron la peor crisis climática de su historia. Murieron tantos. De desesperación, de miedo, de hambre. O víctimas del frío, o de los gobiernos represores. Pero aquí estamos. Siempre hemos estado aquí. Y cuando supimos del resto del mundo, nosotros ya nos habíamos unido. Alguna vez le llamaron "La patria grande". Y ahora somos más que eso. Somos Sudamérica, la región que no murió, que resurgió de sus cenizas. Y que es una sola, lista para enfrentar el futuro del mundo que nos dejaron.
Eva María Huamaní guardó silencio, intentando saborear su victoria. Pero sabía que en realidad no había nada que celebrar, pues aunque sus gobiernos no eran los de antes, y su población hubiera disminuido tanto que existían en el mundo zonas deshabitadas y ciudades fantasmas, ellos seguían siendo ellos. Los que aún tenían bases militares con bombas nucleares y misiles.
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Los desterrados hijos de Eva
Science FictionA Eva no tienen que contarle la historia: Ella lo ha vivido todo. Desde una pandemia global en su adolescencia, hasta el invierno nuclear del año 2024. Trece años después, con el mundo al borde del colapso social y económico, los países antes indepe...