Eso tenía que ser un error, o la suma de varios. Eva estaba convencida de que cometieron un gran error por piedad, y que lo iban a pagar muy caro. Todos ellos. El mundo entero. Cada persona que aún respirara sobre la Tierra.
Aquella sensación le era muy familiar, no habían pasado ni dos días desde que la experimentó. La confusión, el miedo, el limbo inexplicable e infinito. Esta vez no hubo tortura, no fue necesario. Se le iba el aire, y no sabía si estaba respirando o no. O si siquiera se encontraba consciente, si una vez más su mente se protegía del dolor.
Pero intentó recordar los detalles de lo vivido, y seguía siendo confuso. Un gesto, solo eso. Era todo lo que cada representante de la Comisión Intergaláctica tenía que demostrar.
Sí a la aniquilación total de la raza humana. O sí a una nueva oportunidad para la civilización. Sí a su desaparición definitiva. Sí a una esperanza. Solo que no lo sabría hasta despertar del todo, y de verdad se estaba esforzando para lograrlo.
"La votación acabó", se dijo convencida. Recordaba que hubo gritos y reclamos por ambos lados, pero no recordaba qué se dijeron, o por qué lo dijeron.
No hubo más que decir, y no quisieron escucharlos. Se elevaron todos juntos hacia la luz, ascendieron en contra de su voluntad, pero marcando el final. Y una vez más bajaron, aunque el aterrizaje no fue tan violento como en el desdichado viaje a México.
Otras sensaciones la invadieron. Calidez, suavidad, frescura. Agua. Estaba en el agua, flotando tal vez. ¿O era una vez más esa especie de viaje al infinito al que la llevaba su mente para evadir el dolor? No, esta vez no. Las sensaciones de su cuerpo llegaban por causas externas, de verdad flotaba. ¿Y en dónde, por el amor de Dios? ¿En dónde dejaron su cuerpo? ¿Libre, y vagando por la naturaleza?
"No, eso no es posible", se dijo muy convencida. "Porque nos han condenado".
La certeza la obligó a reaccionar, y abrió los ojos. No estaba en el mar, ni en algún pozo hondo de su mente. No, fue arrastrada por una corriente del río, en completa calma y sin ningún peligro. Su cuerpo estaba sobre una especie de tabla, o balsa, o....
Cuando intentó incorporarse y ver, notó que esa cosa que la conducía por el río estaba hecha de la tecnología de los akgi, así que tenía que ser una especie de tabla inteligente. Y, al mirar alrededor, notó que lo llevaron de vuelta a la Amazonia ecuatoriana. Ese era el río Upano, y de telón de fondo veía el volcán Sangay.
No sabía qué hora del día era, pero parecía ser por la tarde, ¿o tal vez las primeras horas de la mañana? Lo más importante no era eso, sino saber a dónde la estaba llevando esa cosa, y si estaba sola.
El cielo parecía opaco, como la última vez que estuvo allí. No vio la enorme nave de los akgi, pero en el cielo había algo más. Era sin duda lo que cientos de humanos vieron y dieron testimonio de ello a lo largo de los años. Una nave espacial, con esa forma clásica y ovalada, con luces, y la rapidez en el desplazamiento que la definía como tecnología extraterrestre. Los estaba conduciendo, o vigilando. ¿A ella y cuántos más?
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Los desterrados hijos de Eva
Ficção CientíficaA Eva no tienen que contarle la historia: Ella lo ha vivido todo. Desde una pandemia global en su adolescencia, hasta el invierno nuclear del año 2024. Trece años después, con el mundo al borde del colapso social y económico, los países antes indepe...