No había fecha aún, y por eso prefería afinar los detalles. "A tiempo divino", se podría decir. El anuncio oficial del juicio podía suceder en cualquier momento. Ni siquiera tenían detalles de cómo iba a ser, por eso había que estar preparados.
Cuando al fin lograron contactar con el otro bando, Eva pensó que iba a perder la cabeza. No quería desesperarse, no a ese punto después de la tregua que lograron, pero ellos fueron poco colaborativos en un inicio. Si bien aceptaron poner un alto al fuego, no estaban seguros de lograr un veredicto favorable, lo que significaba que podían amenazar con volar todo en cualquier momento si algo les hacía sospechar que iban perdiendo.
Era una suerte que el otro bando aún no hubiera caído en cuenta de eso, y rezaba cada día para que no se les ocurriera. Porque si siquiera sospechaban que solo tendrían que amenazar a la Comisión con empezar a enviar bombas nucleares a las áreas naturales que quedaban, la cosa se iba a poner fea. Para su desgracia, eran Sudamérica y sus aliados quienes contaban con las mayores áreas fértiles y naturales del mundo en ese momento.
Luego de una larga conferencia telefónica, quedaron en ponerse a trabajar para reunir argumentos de defensa para la humanidad. Unos aportarían estudios biológicos, políticos, o históricos. Sintetizar la palabra de los pocos herederos de saber ancestral que quedaban también era una buena opción.
Psicólogos, sociólogos, antropólogos; esos profesionales cuyas carreras casi quedaron olvidadas después del desastre, fueron buscados de forma frenética para conseguir de ellos los que tal vez serían los argumentos más complejos que llevar ante los extraterrestres. Y, por supuesto, estaban los religiosos. Gente como ella.
Eva sabía de la variedad de religiones, no solo en su presente, sino en la historia. Y, rodeada de varios profesionales especializados en antropología de las creencias (1), logró poner en orden sus ideas y argumentos. Y reunirlos tampoco fue fácil. De su lado, más que una casualidad, eso fue un designio divino. Estaba convencida de eso.
Conoció a Victoria Valenzuela (2) en la universidad donde se refugió después del brutal ataque que sufrió. Ella ya era una estudiosa conocida, y por una casualidad del destino, llegó a la Universidad San Cristóbal de Huamanga para una conferencia. Cuando las bombas cayeron, no tuvo otra alternativa que quedarse refugiada en el campus, con otros como ella.
Fue Victoria quien la ayudó a saciar su curiosidad en los libros que encontró sobre el gnosticismo cristiano, y otros temas de misticismo medieval que ella manejaba muy bien. Y fue la primera en ser convocada para estructurar los argumentos del juicio.
Victoria no solo era una gran profesional, sino alguien en quien podía confiar. Y que también veía en ella a un símbolo de la nueva religiosidad en Sudamérica. Fue quien la encontró y le salvó la vida. A sus setenta años, la mujer estaba muy bien de salud y lúcida, algo de lo que pocos gozaban.
Tal vez no todos estaban de acuerdo con eso, quizá los del otro bando lo verían como pura cháchara sin sentido, pues para ellos parecía ser más importante la ciencia. Que lo era, por supuesto, pero el estudio de los símbolos y la historia de las religiones también era muy valioso. En especial porque parecía que eso era lo que más valoraban los extraterrestres como Wynga.
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Los desterrados hijos de Eva
Science FictionA Eva no tienen que contarle la historia: Ella lo ha vivido todo. Desde una pandemia global en su adolescencia, hasta el invierno nuclear del año 2024. Trece años después, con el mundo al borde del colapso social y económico, los países antes indepe...