Cɑpítulσ Cuɑɾeƞtɑ.

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—¿Estás más tranquilo? ¿Deseas algo más?

Niego y dejo que su mano me toque todo lo que quiera. Mi celo parece ser extraño, ya que sólo quiero estar en sus brazos y ser mimado. No busco el placer, esa parte de mi cuerpo ni siquiera ha reaccionado.

—Puedo ir a buscar otras mantas más cómodas. Sólo serán unos segundos.— se levanta conmigo en brazos y me deja sobre el piso.
—No tardaré.— besa mi mejilla y desaparece sin más.

Miro alrededor, perdido y sin saber que hacer. Me siento incómodo, ¿por qué?
He estado bien y ahora siento que no pertenezco a ningún lado.

—Me duele la cabeza.— murmuro, voy hacia el baño y abro la llave de agua caliente. Me meto bajo la lluvia y dejo que el agua se lleve todo rastro de tristeza.

—Debes quitarte la ropa, Gael.

Miro hacia la puerta y veo a Samuel de brazos cruzados.

—No me di cuenta... ¡¿Qué haces?!— mi voz sale aguda y mi cara se calienta de más. Samuel me quita la camisa y apoya las manos en mi cadera.
—Pu-Puedo hacerlo... Lo haré yo.

No me escucha y baja mi pantalón junto a la ropa interior.

—Sólo quiero ayudarte, ¿me dejas?— se mete junto a mí y su ropa también se moja.
Mi corazón late apresurado y me tiemblan las manos, aún así asiento a la vez que bajo la cabeza.

—Tú... Tú también deberías.— tiro un poco de su camisa para que me entienda. Lo hace y queda desnudo de un segundo a otro.
Jadeo avergonzado y aparto la mirada sin saber dónde ver.

—¿No sientes curiosidad?— su nariz roza mi sien. Agarra mi mano y la lleva hasta su cuello, me hace recorrer su pecho y siento varias cicatrices bajo mis dedos.
—Mírame, Gael.

Tardo, pero obedezco. Primero observo sus ojos y luego bajo la mirada hasta donde descansa mi mano. Su piel pálida está llena de cicatrices, unas más pequeñas que otras.

Mi vista se centra en la parte superior, no me atrevo a ver más abajo.

—¿Sucedió cuando eras niño?

—Sí, no les importó mi edad.— suelta mi mano, pero no la aparto de su cuerpo.
—Tu temperatura es elevada.— dice con diversión y mi rostro se calienta más.

—Es... Es porque estás muy cerca. Ya deberíamos... ¡Uhg!— su boca me interrumpe y cierro los ojos para seguir el beso.
Su lengua se adentra de golpe y gimo ante una descarga de placer. El brazo que rodea mi cintura se aprieta y termino por pegarme a su cuerpo.
La zona que no reaccionaba ante nada, ahora se eleva con entusiasmo. Samuel frota su pene contra mi estómago y siento las piernas débiles.
—¡Ahh!

Aleja sus labios y respiro de forma desordenada. El vapor me hace sentir sofocado al igual que su aroma.

—¿Me dejas ayudarte?— besa mi cuello y pasa la lengua por allí antes de morder.
Asiento varias veces y él me levanta, rodeo su cintura con mis piernas y mi espalda choca contra la pared mojada.

—Sami...— busco sus labios con desesperación y lo abrazo con más fuerza al sentir su mano bajar por mi miembro y rozar mi entrada, que ya está expulsando aquel lubricante.
—¡Ahhh...!— sus dedos se adentran y el placer recorre mi espalda. Mi pecho se frota contra él y su peso me presiona contra la pared.

Sus dedos entran y salen con rapidez, el deseo nubla mi mente y me sumerjo en la sensación que me brinda. Samuel besa mi cuello y deja varias marcas a su paso.

—Sami... Sami...— gimo ante cada movimiento, mi cuerpo se volvió sensible de repente y cualquier roce lo siento con intensidad. Mi pene está endurecido y la comezón aumenta en esa zona al sentir que retira sus dedos.

En Este Mundo Maldito, Tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora