Cɑpítulσ Cuɑɾeƞtɑ ʮ Seis.

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—Mira, hermano, una lombriz.

—No toques eso, al menos ponte un guante.— aparto su mano y alejo mi rostro.

—¡Lilly, ven a ayudarme!— Dylan grita desde el otro lado del jardín y Lilly va corriendo.

Paso una semana desde el problema que tuvimos, Dylan se disculpó y dijo que intentaría llevarse bien con Samuel, aunque también me advirtió que nos iríamos si descubría algo raro. Alice es quien todavía no acepta las cosas.

—Ten cuidado.— Samuel habla cerca de mi oído y levanto la cabeza para verlo parado detrás mío. No se puede decir que todo volvió a la normalidad, aún hay cierto ambiente extraño entre ambos.

—Sólo estoy arrancando la maleza.— vuelvo la vista al suelo y continúo con mi tarea. Con Lilly estábamos aburridos, así que decidimos arreglar el jardín.
—Podemos plantar flores, quedará muy bonito.

—Sí.— se agacha a mi lado y siento su mirada sobre mí.
—Puedes hacer lo que quieras aquí, Gael.

Volteo a verlo y muerdo mi labio inferior al escuchar su tono triste. Aunque eso sería imposible, él no puede expresar nada de eso.

—No me gusta esto.— acaricia mi mejilla y se acerca un poco.
—¿Me vas a seguir ignorando?

—No lo hago.— agarro su mano y mancho con tierra húmeda su pálida piel.
—Oh, lo siento.— lo suelto y me quito los guantes.

—Lo haces. No me dejas entrar a la habitación y no aceptas ninguna de mis acciones.— se levanta y, con sus manos debajo de mis brazos, también me levanta.
—Vamos a hablar.— me coloca sobre su hombro y vamos hacia la casa.

Mis hermanos miran, pero no dicen nada.

—Sami, bájame, puedo ir solo.— pido con calma. Samuel no me escucha y camina hasta nuestra habitación en silencio.
Suspiro y sacudo mi ropa cuando me deja sobre el suelo. Estoy cubierto de tierra y césped.

—Gael...

—Estoy confiando en ti, Samuel. Si todo resulta ser un juego, si realmente estás usando tus poderes conmigo, entonces yo...

Sus brazos me rodean se repente y agarro su ropa. Estoy apostando por él, por sus palabras, así que espero que no me engañe.

—No lo estoy haciendo, lo prometo.

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Masajeo mi cintura ante la molestia por haber estado agachado tanto tiempo.

—¡Oigan!— les grito a mis hermanos, que están peleando para plantar una de las flores.
—Vamos a comer.

Entramos a la casa y ellos van a lavarse las manos. Voy hacia la cocina y lavo mis manos allí antes de buscar el pastel y repartir las porciones. Pongo a calentar la leche y preparo las tazas.

En Este Mundo Maldito, Tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora