Extɾɑ Dσs.

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Empezar de nuevo es sencillo. ¿Cuántas veces lo ha hecho ya?

Comprender lo que eres, lo que puedes hacer, resulta muy conveniente. Samuel lo hizo y ahora nada puede salirse de su control. Ni siquiera ese inquieto niño de ojos azules, a quien estuvo esperando por años.

No puede permitir que nada falle.

—Entonces la maestra regañó a todas las niñas por no saber compartir, pero la culpa fue de Cinthia, ella agarró todos los crayones y no dejó que ninguna los usara.— Gael está sentado en los asientos traseros, entre sus brazos lleva la mochila.

—¿Qué tenían que hacer con esos crayones?— Samuel conduce, su mirada no se despega del frente, pero está atento al niño.

—Nos dividimos en dos grupos, las niñas por un lado y los niños por otro. La maestra nos dió una pizarra y teníamos que resolver unos ejercicios de matemáticas.

—¿Ganaron?

—¡Por supuesto que sí! Las niñas comenzaron a pelear y aprovechamos ese tiempo.— sonríe más que felíz y se acerca a Samuel.
—Sami, recuerda ir a la escuela mañana.

—Lo sé, no lo olvidé.— el Alfa aprieta el volante y arruga el ceño.

La escuela organizó una actividad y los niños tenían que ir acompañados por algun familiar. Samuel no tenía problema en asistir, pero dudaba en hacerles saber que Gael es suyo.
Aún se debatía en dejarlo hacer amigos o aislarlo como lo hizo antes.

Pasaron dos años desde que está con Gael, en ningún momento se metió en la vida del niño para no arruinar los planes de hacer todo bien desde el comienzo. Samuel sabe que cualquier error puede destruir todo.

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—Vamos, Gael, la competencia está comenzando.

—Sí, ya voy.— Gael mira hacia la entrada de la escuela, Samuel no ha llegado todavía y sus ánimos están por el suelo.
Suspira y sigue a su amigo.

—¿Están listos? La carrera es de cincuenta metros y quién llegue primero, recibirá un premio especial.— el entrenador habla por el micrófono y les desea suerte a todos antes de tocar el silbato.

Los niños salen corriendo y van a la par hasta que uno de ellos tropieza y se cae, logrando que dos niños más se golpeen. Gael mira sus rodillas lastimadas y hace un gran esfuerzo para contener las lágrimas.

—¿Estás bien, cariño?— la madre del niño que se tropezó llega corriendo junto a otra madre, quien atiende a su hijo.

Gael los observa por un momento y luego se levanta, corre hasta llegar a unos asientos y allí se queda. Toca sus rodillas y mira sus manos, que también resultaron heridas.
Deja salir un profundo suspiro y levanta la cabeza al notar la sombra de alguien.

El niño observa al Alfa con ojos llorosos y se levanta para irse. Sin embargo, él otro lo detiene.

—Prometiste estar aquí y te esperé, pero nunca llegaste.— se cubre los ojos y llora.

—Lo lamento, aún no me decido.

—¿Decidir qué? Me hubieras dicho si no querías venir, entonces yo tampoco lo hacía.— se suelta del agarre y vuelve a sentarse en la banca.
—Estuve solo toda la mañana.

En Este Mundo Maldito, Tú...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora