Capítulo 9

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Fui rápido a mirar a una ventana o un aparador para verificar que no fuera una anciana que apenas pudiera caminar. Largué un suspiro de alivio cuando vi que tenía uno de los uniformes del colegio local puestos y un rostro bonito de una colegiala. No tenía nada de lo que quejarme.

-Vaya espamento—escuché la voz de Jonathan y sus pasos más fuertes hacia mí. Decidí ver su reflejo por el vidrio.

Lo odio. Se ve igual de bien.

Pero ni loca se lo diría. No voy a incrementar su orgullo de niño perfecto.

-¿Vamos? Estos cuerpos están hace tiempo sin usar por lo que sus estómagos están vacíos—me acerqué rápido hacia él cuando iba encaminandose al local.

-¿Hace mucho que no usas tu cuerpo de humano? —pregunté curiosa mirándolo de arriba abajo, viendo al verdadero Jonathan.

-No me he visto en la situación de usarlo casi nunca.

-¿Ni cuándo intentaste hacer tus misiones para reencarnar?

-No lo creí necesario en ese momento—levantó los hombros despreocupado.

-¿No te preguntas si tal vez eso haya hecho que no puedas reencarnar? —clavó sus ojos sobre mí antes de abrir la puerta del local. Otra vez con esa mirada semi perdida que calculaba qué debería decirme y qué no.

-Puede ser. Pero ya es tarde para averiguarlo. Todos mis seres queridos ya están muertos—y sin más, abrió la puerta, dando a entender que la conversación debía detenerse en ese momento— ¡Hola! Buenas noches— habló con una voz alegre que me parecía incomprensible para mis oídos— ¿Una mesa para dos?

-¡Claro que sí! Tomen la que deseen—contestó alegremente la dueña del negocio. Sonreí al ver su rostro sonriente de siempre. Normalmente se encargaba de estar en la caja registradora tomando pedidos y cobrando los platos, mientras que su marido estaba en la parte de atrás haciendo su deliciosa comida— Ahora les alcanzo el menú.

-Oh, no es necesario—le interrumpió delicadamente— ¿Cómo era lo que querías comer? —volteó hacia mi, fingiendo que teníamos una relación totalmente sana de amigos.

-Dos tortillas de papa con cebolla—dije alegre. Noté que Jonathan hizo una mueca.

-Ah, ¿podría ser una sin cebolla? —preguntó nervioso— Y dos gaseosas.

-Claro joven—sonrió— Se los alcanzo cuando este listo. Aquí tienen las bebidas—nos tendió dos botellas plásticas.

Ambos fuimos a la mesa más alejada de la entrada para que pudieramos hablar sin ningún problema sobre mi situación de muerta y el extraño mundo del más allá.

-Así que no eres amante de la cebolla—dije juguetona mientras tomaba asiento frente a él.

-Si puedo evitarla, mejor—dijo con simpleza mientras abría su botella.

-Jonathan.

-¿Sí? ¿Qué sucede ahora?

-¿Cómo vamos a pagar? —pregunté preocupada— ¿Hay dinero del más allá? ¿O vas a jugar con su mente? ¡¿Es eso posible?! No te atrevas a lastimarla. — le apunté con el dedo mientras él quedó congelado y confundido tratando de sacar la tapa de la botella.

-¿Podrías, por lo menos, dejarme contestar la primera pregunta y luego sacar tus conclusiones alocadas? Además, ¿por qué piensas que podría lastimarla? —levanté los hombros confundida.

-No lo sé, tal vez te cobras su alma como vuelto.

-No soy la muerte—dijo agotado— Y segundo, ningún agente puede "matar" o salvar a alguien— hizo las comillas con sus manos— solo seguimos el curso natural de las cosas. Además... ¿no crees que arrebatar un alma por simple capricho no me haría ir a la zona roja por actuar mal?

-En mi defensa. Todavía no entiendo esto de la zona roja y bla bla bla.

-Tampoco necesitas saberlo. Solo debes estar feliz de no estar ahí.

-¿Has estado ahí antes? —pregunté curiosa tomando una de las servilletas comenzando a hacer origami.

-Tuve que ir en algunas ocasiones, si... Por casos, obviamente—largó un suspiro pesado y tomó una servilleta al igual que yo pero él la movió rápido convirtiéndola en un billete como si fuera un mago.

-¡¿Qué?! —chillé sorprendida y luego baje la voz cuando un pensamiento pasó por mi cabeza — ¿Puedes crear dinero? —Jonathan asintió tranquilo — Y... ¿podrías ser millonario si quieres? — estoy segura que mis ojos deben estar brillando ante la idea de vivir en un penthouse lleno de perros y platos llenos de oro.

-¿Realmente me estás preguntando eso?

-Es que piensalo, usas un cuerpo humano, caminas entre todos. Creas dinero de la nada y podrías comprarte un penthouse y no trabajar en toda tu vida— dije alegre.

Aunque Jonathan me miraba como si acabara de decir otra idiotez. Probablemente sea así pero quiero escuchar que me dice.

-Primero que nada, eso está en contra de las reglas y es un tipo de lavado de dinero. Zona roja directa—explicó severamente. Vaya, parece que las reglas son similares a la vida real— Segundo, tienes muchos controles por parte de inmobiliarias, leyes, impuestos y demás cosas como para no terminar en una prisión.

-Pero te lo has pensado.

-Admito que en mi época hubiera sido más factible hacerlo, sí— habló con una voz más picarona. Parecería que el señor reglas había sido algo caótico antes. — La falsificación era mucho más fácil.

-A todo esto, ¿en qué época moriste? Todos dicen que tienes mucha antigüedad—pregunté antes de darle un sorbo a mi gaseosa.

-Oh, en el 1901—dijo con total tranquilidad.

Escupí todo en su rostro.

¡¿Qué?!

Un vínculo eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora