Capítulo 30

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-¡Ayuda! —grité con todas mis fuerzas luego de verificar que no podía abrir la puerta de ninguna manera. De hacer sonar tanto mis cuerdas vocales ya me estaba empezando a doler la garganta y hasta empiezo a pensar que mi voz no estaba saliendo tan fuerte como la primera vez.

Me mordí los labios al pensar que pasaría el resto de la eternidad encerrada ahí, inmersa en la soledad y en la penumbra. Me puse de cuclillas y cerré los ojos con fuerza, deseando dentro de mi que todo esto sea otra de mis pesadillas y que volvería a estar en las oficinas del Más Allá riendome con los chicos.

Y disculpándome con Jonathan por ser una impulsiva.

Podía sentir las lágrimas recorrer mis mejillas por la impotencia que estaba sintiendo en esos momentos. No podía estar enojada más que conmigo por las decisiones que había tomado hasta ahora.

Lo único que podía hacer en esos momentos era llorar y abrazarme, escondiendo mi cabeza dentro del bollo de persona que estaba siendo en esos instantes. Debía ser una escena deplorable. Apretaba con fuerzas mi brazos buscando alguna zona de calidez que me diera esperanzas a salir de ahí.

Hasta que una luz apareció.

Cuando alcé la mirada hacia la puerta de hierro, esta habia desaparecido por completo y solo habia una larga calle apedreada con mucha gente caminando para todos lados. Y lo más llamativo de eso era la presencia de carros antiguos y la vestimenta de toda esa gente, usando vestidos largos y sombreros de antaño.

-¡Extra! ¡Extra! ¡Se realiza la primera comunicación radiofónica! —voltee al escuchar una voz infantil detrás de mi. Habi un chico de pantalones cortos que una enorme pila de periodicos e iba corriendo hacia los hombres para que le compren.

-¿Qué rayos...? —pude modular con dificultad al no entender en donde me encontraba. Pude pararme de forma erguida y las personas pasaban sobre mi como si no existiera — ¿Qué es es...? — No pude seguir hablando al ver dos personas que iban en dirección a mi y hablaban entre risas — ¿Jonathan?

Pero no era el Jonathan que conocía. Esta versión de él se lo veía más joven y descontracturado. Estaba prácticamente sonriendo de oreja a oreja y hablando alegremente con otra chica. Aunque su vestimenta era totalmente diferente a la de los hombres que me cruzaba, y más parecida a la del chico del periódico. No podía identificar si seguía usando su mismo peinado porque tenía puesto una boina un poco gastada.

-¡Oh! ¡Vamos! Por favor, dime quién es. ¡Soy tu hermana! —chilló la otra chica alegre golpeandolo en el brazo. Él hizo un gesto de sorpresa porque estaba llevando una bolsa con víveres.

Con que ella era Anna. Tenía el cabello rubio platinado y una pequeñas pecas en la zona de su nariz. A diferencia de Jonathan, sus ojos eran sumamente azules que se podían ver desde la lejanía.

-Exactamente porque eres mi hermana no voy a contarte. Te conozco como la palma de mi mano y ni bien te diga quien es, vas a burlarte de mi. —ella rodó los ojos.

-Aunque no me lo dijeras igualmente voy a burlarme de ti.

No pude evitar sentirme sorprendida ante el fuerte acento que tenían ambos. Es verdad que a Jonathan se le sentía su acento británico, pero esta otra versión de él tenía una pronunciación más marcada.

-¡Vamoooos! —volvió a chillar entre risas mientras seguían caminando junto a mi. Decidí seguirlos para ver hacia donde iban — Al menos dime su nombre, deja de hacerte el interesante y misterioso.

-No me hago el misterioso—se quejó al instante haciendo una mueca divertida— Me sale natural—ante aquella broma, su hermana Anna lanzó un bufido de cansancio.

Un vínculo eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora