el rey sin propósito

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**El Rey Demonio sin Propósito**

El odio se arraigaba en las profundidades del alma del Rey Demonio, una sensación que, a menudo, lo sumía en una reflexión desgarradora. ¿Por qué ese resentimiento visceral hacia los humanos? ¿Era acaso debido a su debilidad inherente, a su egoísmo desmedido, o simplemente a su repugnancia como seres? Pero tales explicaciones resultaban demasiado simples, insatisfactorias.

Las hormigas, criaturas insignificantes en comparación con su magnificencia, no inspiraban en él más que indiferencia. ¿Por qué entonces los humanos despertaban en él una ira tan profunda? La respuesta no se hallaba en la mera debilidad humana, sino en algo más profundo, más oscuro.

"¿Es porque un humano o varios te lastimaron?", resonó la voz que cuestionaba en la mente del Rey Demonio. Pero él, imbuido de su poder omnímodo, rechazaba tal idea con desdén. "Absurdo. Soy todo poderoso. Un insignificante humano no podría siquiera rozarme."

Sin embargo, en las profundidades de su ser, resonaba una verdad incómoda. El poder, el inmenso poder que había acumulado, no era gratuito. Había pagado un precio, uno que ahora se manifestaba en forma de un odio desgarrador hacia los humanos. Pero, ¿qué había perdido para obtener tal poder?

"No es tu humanidad", susurró una voz en su mente. "Eso sería demasiado sencillo." No, aún quedaba algo de humanidad en él, algo que el odio mismo no podía extinguir por completo.

Entonces, ¿qué era lo que le habían arrebatado? La respuesta se reveló lentamente, como un velo que se desgarraba en la penumbra de su conciencia. Era una mujer, una mujer a la que había amado con una intensidad que desafiaba su propia naturaleza. Y con ella, había perdido más que su mera presencia física.

"Perdiste tus recuerdos junto a ella", susurró la voz. "Te volviste un ser poderoso al renunciar a ella. Pero, ¿acaso eso te trajo la paz que tanto ansiabas? No, solo te dejó un vacío, un vacío que ningún poder del mundo podía llenar."

El Rey Demonio contempló con amargura el vacío que había dejado en su corazón la ausencia de aquella mujer. Ella había sido su motivo, su razón de ser, y ahora yacía perdida en las sombras del pasado.

"Pero no todo está perdido", susurró la voz con un destello de esperanza. "Hay una niña, una niña que lleva su sangre. Tu hija, el fruto de vuestro amor. Encuéntrala, tráela de vuelta a ti."

Y así, el Rey Demonio se sumergió en una búsqueda desesperada, movilizando a todos sus ejércitos en su afán por encontrar a la única persona que podía llenar el vacío en su corazón: su hija, el último vestigio de un amor perdido en las sombras del tiempo.

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