Me sumergí entre mis sabanas, mi cabeza estallaría y la culpa no me dejaba dormir y así se amaneció nuevamente sin que yo pudiera pegar un ojo.
Una semana había pasado y yo no era capaz de dormir, ni comer, ni hacer ninguna actividad sin llorar, salí de mi habitación y apreté mis labios conteniendo las ganas de llorar al ver a mi madre. Cerré los ojos y me metí al baño, no quería salir, pero Angeline y Jacob estaban preocupados por mí y les prometí que iría a una pijamada con ellos, aunque en mi mente me negaba a hacer las mismas cosas que hacíamos los cuatro, por otro lado, en mi cabeza estaba la idea de que si lo hacía lo sentiría conmigo.
Baje a la cocina donde mi madre ya tenía mi desayuno listo, me senté y comencé a jugar con la comida desinteresadamente, no quería comer, el nudo en mi garganta no me lo permitía.
—¿Cómo está Demian?—pregunto mi madre intentando romper el silencio
Ella no sabía lo que había pasado y que hacía semanas no sabía nada de él.
—Ni idea—musite, conteniendo las lágrimas, me dolía decir esas palabras, porque aún lo amaba, pero la culpa, la tristeza y la vergüenza no me dejaban hablarle y mi cabeza tampoco estaba para intentar solucionar las cosas, estaba demasiado deprimida.
—Pensé que él te vendría a buscar hoy—dijo sirviéndome un poco de jugo
No dije nada, solo me quede observando el plato. Había estado haciendo lo posible para no recordar a Demian ya hora escuchar su nombre eran como mil puñaladas directas en el pecho. Pero no podía, no podía ignorar a la única persona de la que me había enamorado.
Yo deseaba seguir con mi vida como antes de conocerlo, pero no podía él había entrado a mi corazón y se había quedado ahí y lo único que quería era que él me abrazara.
Me levante sin probar bocado y mi madre me dio una mirada triste, mientras subía la escalera un sollozo se escapó de mis labios, ya no quería que doliera, no quería tener a Casper y a Demian en mi cabeza, quería estar en paz, que la culpa me dejara tranquila.
Salí de casa dejando a mi madre parada en el umbral de la puerta, sentía su mirada en mi espalda con cada paso que daba.
—¿Emma nos estás escuchando?—dijo Angeline mientras tocaba mi mano
—No perdón—dije casi en un susurro
—a nosotros también nos duele—dijo Jacob—. Lo hecho de menos
—yo también—admitió Angeline
Las lágrimas caían por mis mejillas mientras los recuerdos vagaban por mi mente.
—Emma, habla con nosotros por favor—musito Angeline aguantando las lágrimas.
Sentí como mi pecho se oprimió y comencé a llorar, sentía como si mi estómago se fuera a salir de la fuerza con la que lloraba, los chicos corrieron a abrazarme y yo me derrumbaba cada vez más.
Paso un rato hasta que nos tranquilizamos todos, Angeline comenzó a cocinar mientras Jacob me daba un sermón positivista, no podía pensar ni siquiera preste atención a lo que dijo.
—no sé qué decir...—dije en un sonido casi inaudible
—Dinos lo que sientes, sobre Casper, sobre Demian por favor háblanos de ti—Jacob puso su mano sobre la mía en un gesto de compañía
—No sé explicarlo, no sé qué siento, no sé expresarlo... simplemente no puedo
—Toma—Angeline me paso un cuaderno y un lápiz—. Escribe una carta o escribe diez, di lo que quieres, díselo a ellos.
La observe solamente y observe el cuaderno detenidamente, juegue con el lápiz sobre la hoja un momento hasta que comencé a escribir.
Casper
nos conocemos desde pequeños, te vi en tus mejores y peores momentos así como tú en los míos, los recuerdos de nuestras risas son un eco en mi cabeza torturándome constantemente... Perdóname por dejarte solo ese día, por no estar ahí como siempre lo estabas para mí, hasta el último momento me entendiste y yo no fui capaz de estar en tu último momento, sé que no fui la mejor amiga, falle muchas veces, pero te amaba, te amaba con mi vida, eras y eres mi hermano, lo serás toda mi vida. En mi cabeza están tus bromas, tus consejos, las veces que me dijiste que no me conformara con menos de lo que merecía, el día que me diste nuestro anillo de amistad, anillo que hoy llevo en mi collar favorito, el collar que siempre me decías que te gustaba y que te lo regalara, no te lo decía, pero amaba cuando íbamos al muelle juntos o simplemente a caminar por la playa, verte jugar futbol y que me dedicaras tus goles, sé que me amabas como yo te amaba a ti y ni la muerte acabara con la amistad tan linda que construimos, te extrañaré mi vida entera, te amo de aquí al infinito y donde quieras que estés... perdóname.
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Así que bésame por última vez
Dragoste¿Alguna vez han sentido cómo una persona repara lo que jamás rompió? Demian lo hizo, y sobre mis heridas, marcó besos que jamás se desvanecerían.