Subimos a la habitación de Adam y nos quedamos conversando hasta altas horas de la madrugada. Sentía una presión en mi garganta y las náuseas se intensificaban con cada minuto que pasaba. Ya había ido al baño tres veces y la mirada inquisitiva de Demian sobre mí me decía que sospechaba que algo no estaba bien.
Adam se despidió y se fue a dormir a la habitación contigua con su hermano. Yo me acosté al lado de Demian y Sam se acomodó a nuestros pies. Pasaron al menos unos treinta minutos. Sam ya estaba completamente dormido y yo me encontraba mirando fijamente el techo, buscando las palabras correctas para iniciar la conversación con Demian.
—¿Pasa algo?— preguntó Demian, mirándome con preocupación.
Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaban con desbordarse. Sentía que iba a vomitar y mis manos estaban entumecidas. No podía procesar lo que estaba sucediendo y lo que había pasado. ¿Cómo le explicaba a la persona que más amaba en el mundo que me había acostado con su mejor amigo y que no recordaba nada? ¿Cómo iba a reaccionar él? La incertidumbre y el miedo me consumían, pero sabía que tenía que enfrentar la situación y decir la verdad.
Pero, a pesar de saber que debía hablar, no pude. Tragué saliva antes de negar con la cabeza, indicando que nada pasaba. Vi en su mirada una sombra de decepción, como si él ya supiera la verdad y solo estuviera esperando que yo fuera sincera. Se dio la vuelta, dándome la espalda. Pasaron unos minutos, bastantes para ser sincera, antes de que me atreviera a tocar su hombro.
—¿Podemos hablar?—musité en un susurro casi inaudible.
—No, ya no quiero—respondió con la voz entrecortada, como si estuviera al borde del llanto.
Sentí como si mi estómago se encogiera. El mundo parecía desmoronarse a mi alrededor y lo peor era que no sabía qué era lo que él sabía.
—Por favor, necesito que hablemos—insistí, tocándole el hombro de nuevo.
Cuando se volteó, pude ver el celular de Sam en sus manos. Sus ojos brillaban con una tristeza que me heló la sangre y me rompió el corazón.
—¿Esto es para ti 'nada'?—me mostró los mensajes en el celular de Sam, donde yo le preguntaba si le había dicho algo de lo que había pasado.
Me quedé paralizada, sintiendo cómo un nudo en la garganta crecía y mis ojos se llenaban de lágrimas.
—Por favor, hablemos. Puedo explicártelo, quería decírtelo todo— dije, intentando tomar su brazo.
Pero se apartó bruscamente y se volvió a dar la vuelta.
—No me toques—dijo, conteniendo las lágrimas y quedándose en silencio.
Me quedé a su lado, mirando el techo, pensando en qué decir o qué hacer. Mi corazón latía a mil por hora, el mundo se estaba desmoronando a mis pies y yo no sabía cómo manejarlo.
Demian se volteó de nuevo, esta vez con un mensaje diferente en la pantalla del teléfono. "Creo que el condón se rompió", decía el mensaje. Dejó el teléfono en la cama y se levantó en silencio. Su mirada estaba oscura y fría, como si el brillo en sus ojos se hubiera apagado y ahora fueran negros, negros como el vacío.
El silencio se apoderó de la habitación, solo interrumpido por el sonido de nuestros corazones latiendo con fuerza. Podía sentir el miedo y la incertidumbre que se apoderaban de mí. No sabía cómo reaccionar, cómo responder a la revelación que acababa de hacer.
—Demian...—comencé, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. No sabía qué decir, cómo explicar lo que había pasado. Todo parecía un sueño, una pesadilla de la que no podía despertar.
Demian se quedó de pie, mirándome con una expresión que no podía descifrar. No había ira, no había tristeza, solo un vacío que me helaba el alma. Sabía que había cometido un error, un error que podría costarme la relación con la persona que más amaba.
—Lo siento—fue lo único que pude decir. Pero las palabras sonaban vacías, incluso para mí. Sabía que lo sentía no era suficiente, que no podía borrar lo que había pasado.
Demian no dijo nada, solo se quedó allí, mirándome. Podía ver el dolor en sus ojos, un dolor que yo había causado. Y eso me rompió el corazón más que cualquier otra cosa.
Demian finalmente rompió el silencio.
—No hay nada que explicar—dijo con una voz tan fría que me hizo estremecer—. Ya lo vi todo
Sus palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago. Quería decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor que veía en sus ojos, pero las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta.
—Demian, por favor...—intenté de nuevo, pero él levantó una mano para detenerme.
—No—dijo con firmeza—. No quiero escuchar tus excusas. No quiero escuchar tus mentiras.
Cada palabra era como un cuchillo que se clavaba en mi corazón. Sabía que había cometido un error, pero nunca imaginé que podría doler tanto.
—Lo siento—murmuré, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Pero Demian ya se estaba alejando, dejándome sola con mi culpa y mi arrepentimiento.
Miré el mensaje en el teléfono una vez más antes de dejarlo caer en la cama. "Creo que el condón se rompió".
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Así que bésame por última vez
Roman d'amour¿Alguna vez han sentido cómo una persona repara lo que jamás rompió? Demian lo hizo, y sobre mis heridas, marcó besos que jamás se desvanecerían.