Capítulo 8

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Estaba sentada en el centro de la mesa, rodeada de risas y destellos de velas bailando en la torta. Isaac y su familia me cantaban el feliz cumpleaños como si todo estuviera bien, pero yo llevaba el peso de una relación complicada en el fondo de mi ser.

En medio de esa cena de cumpleaños, Isaac trató de romper la tensión con una sonrisa forzada que casi me hizo soltar una risa irónica.

—¿Te gustó la sorpresa, Emma? —sus ojos reflejaban su desesperado intento de arreglar las cosas.

—Sí, fue... inesperada. Gracias. —murmuré, tratando de mantener la compostura.

—De nada. ¿Quieres abrir los regalos ahora? —dijo, tratando de ser amable, pero yo sabía que detrás de esa fachada, las cosas no estaban tan bien.

—Claro, podría ser divertido. —asentí con la cabeza, aunque en realidad no sabía qué era peor, si los regalos o la complicada situación en la que nos encontrábamos.

Mientras desenvolvía los regalos, noté que cada paquete era como una pequeña metáfora de nuestra relación: bonito por fuera, pero con capas de complicaciones en su interior.

Isaac seguía tratando de hacer que todo pareciera normal, pero su sonrisa forzada era como un eco de lo que solíamos ser. En algún momento, nos perdimos entre las expectativas y las decepciones, y ahora estábamos atrapados en una versión distorsionada de lo que alguna vez fuimos.

La celebración llegó a su fin y subí a mi habitación seguida por Isaac, quien entró tras de mí.

—Emma, ¿podemos hablar?

—¿Qué deseas? —suspiré, sintiendo el peso de incontables conversaciones no dichas.

—¿Cómo fue tu noche? ¿Te la pasaste bien con tus amigo?

—En realidad, la pasé muy bien. Los chicos me organizaron una torta improvisada y Demian...

—No me interesa —me interrumpió, demostrando que preguntaba por formalidad—. Sé que las cosas no están bien entre nosotros, pero...

—¿Me preguntas para interrumpirme después? —repliqué, imitando su estilo—. No tengo ganas de discutir sobre la relación que creemos que aún tenemos, Isaac. Estoy agotada.

—Quiero que sepas que lamento mucho todo y que estoy comprometido a mejorar como persona —su voz se quebró después de cada palabra, como si estuviera al borde de las lágrimas.

—Hemos tenido esta conversación antes, ya no te creo nada —respondí con escepticismo.

—Esta vez será diferente...

Aunque sus palabras resonaban en el aire, la brecha entre nosotros parecía cada vez más insalvable.

Salí de la habitación y me dirigí hacia la de Marina.

—Oye... ¿Estás despierta? —golpeé la puerta con una mezcla de ansias y desesperación.

Marina abrió la puerta, con una expresión de curiosidad y preocupación en su rostro.

—¿Pasa algo? —preguntó, invitándome a entrar.

—Solo necesitaba un respiro después de esa farsa de cena de cumpleaños. Isaac y yo... bueno, ya sabes cómo están las cosas.

Marina asintió con comprensión y me indicó que tomara asiento en su cama.

—¿Quieres hablar al respecto?

—No sé ni por dónde empezar, Marina. Parece que estamos atrapados en un bucle de malentendidos y decepciones. Además, no puedo sacarme de la cabeza el día en el que me golpeo

Marina me ofreció una mirada solidaria y me instó a continuar.

—Isaac parece pensar que esta vez será diferente, pero no puedo evitar sentir que es solo un eco de promesas rotas. La distancia entre nosotros se agranda y no sé si hay manera de salvar lo que alguna vez tuvimos y tampoco sé si quiero salvarlo.

Marina asintió con comprensión mientras escuchaba atentamente mis palabras.

—A veces, las relaciones pueden volverse tóxicas, Emma. Pero si de algo estoy segura es que el amor no daña, dañan las personas que no saben amar.

Respiré profundamente antes de responder.

—No sé, Marina. Solo sé que estoy agotada de intentar arreglar algo que parece estar más allá de mi alcance. Y no puedo quitarme de la cabeza lo que pasó ese día. No sé si puedo perdonar y olvidar.

—La confianza es frágil, y a veces, no se puede reconstruir. Nadie debería hacerte sentir menos de lo que vales. Tal vez es hora de priorizarte a ti misma y explorar qué te hará realmente feliz—dijo mientras colocaba su mano en mi hombro—. ¿Quieres dormir hoy conmigo?

Asentí mientras me acomodaba en su pecho, encontrando un refugio momentáneo en su calidez.

—¿Tienes clases el lunes? —preguntó mientras me acariciaba el cabello.

—Sí... pero en realidad no tengo ganas de ir.

—¿Qué tal si le hablas a tus amigos? Ve si quieren hacer algo y así el lunes en la tarde nos acompañamos mutuamente, vamos al mercado, y luego te juntas con ellos.

Su sugerencia resonó con una promesa de distracción y compañía. La idea de compartir la tarde entre quehaceres y la compañía de Marina parecía reconfortante.

—Eso suena bien. Será agradable tener algo que hacer y, además, pasar tiempo contigo.

Marina sonrió y me estrechó un poco más en su abrazo.

—Perfecto. Y si cambias de opinión sobre las clases, estaré aquí para apoyarte en lo que decidas.

Así que bésame por última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora