Era la víspera de Navidad y mi madre y yo estábamos en nuestra sala de estar, adornando nuestro árbol de Navidad. Las luces parpadeaban en un patrón hipnótico, lanzando destellos de colores en las paredes. Los adornos de cristal colgaban delicadamente de las ramas, reflejando la luz de las guirnaldas. Mi madre y yo nos reíamos mientras colgábamos los adornos, recordando las Navidades pasadas y las historias que cada adorno llevaba consigo.
De repente, un golpe en la puerta nos interrumpió. Mi madre me lanzó una mirada interrogante, claramente sorprendida por la visita inesperada. Me levanté y caminé hacia la puerta, abriéndola para revelar a Demian parado en el umbral. Sus ojos estaban rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando, y su expresión era de pura angustia.
—Demian, ¿qué pasó? —pregunté, preocupada por su estado.
—Lo siento, Emma, no quería molestar... —comenzó, pero lo interrumpí.
—No es ninguna molestia, Demian. Ven, entra —le dije, abriendo la puerta más ampliamente para que pudiera pasar.
Una vez dentro, mi madre se acercó a él con una expresión de preocupación en su rostro.
—Demian, querido, ¿estás bien? —preguntó, poniendo una mano en su hombro.
Demian asintió, aunque su expresión decía lo contrario. Decidí no presionarlo para que hablara de lo que le estaba molestando. En cambio, le ofrecí una sonrisa tranquilizadora.
—¿Quieres ayudarnos a terminar de decorar el árbol? —le pregunté, señalando el árbol de Navidad a medio decorar.
Demian pareció sorprendido por la oferta, pero asintió. Pasamos la siguiente hora decorando el árbol, riendo y compartiendo historias. A pesar de la tristeza evidente en los ojos de Demian, parecía disfrutar de la actividad y de nuestra compañía.
Cuando terminamos, mi madre se volvió hacia Demian con una sonrisa en su rostro.
—Demian, querido, ¿te gustaría pasar la Navidad con nosotros mañana? —preguntó.
Demian pareció sorprendido por la invitación, pero luego sonrió y asintió.
—Me encantaría, gracias —respondió, su voz suave, pero llena de gratitud.
Mi madre sonrió, claramente complacida con su respuesta. —Perfecto, entonces está decidido. Mañana celebraremos la Navidad juntos.
La noche continuó con una calidez que solo la víspera de Navidad podía traer. A pesar de la tristeza inicial de Demian, parecía haber encontrado algo de consuelo en nuestra compañía. Y aunque no sabía qué le había causado tanto dolor, estaba decidida a hacer todo lo posible para ayudarlo a superarlo.
Al final de la noche, Demian se despidió y prometió volver al día siguiente. Mi madre y yo nos quedamos en la sala de estar, mirando nuestro árbol de Navidad ahora completamente decorado. Las luces parpadeaban suavemente, lanzando un resplandor cálido y acogedor en la habitación.
—Hicimos bien en invitar a Demian —dijo mi madre, su voz suave—. Creo que necesita sentirse parte de una familia ahora más que nunca.
Asentí, sabiendo que tenía razón. Aunque no sabía exactamente qué estaba pasando con Demian, estaba claro que estaba pasando por un momento difícil. Y si podíamos ofrecerle un poco de consuelo y felicidad durante estas fiestas, entonces eso era lo que íbamos a hacer.
La mañana de Navidad llegó con un aire de anticipación. Me levanté temprano, nerviosa por el día que tenía por delante. Sabía que Demian vendría a pasar el día con nosotros, y aunque estaba emocionada, también estaba un poco ansiosa. No sabía cómo se sentiría al estar rodeado de mi familia.
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Así que bésame por última vez
Roman d'amour¿Alguna vez han sentido cómo una persona repara lo que jamás rompió? Demian lo hizo, y sobre mis heridas, marcó besos que jamás se desvanecerían.