Decidí mantener en secreto lo que habíamos hablado en casa de Angeline. Mientras estaba en mi habitación, absorta en el juego en mi computadora junto a los chicos, ellos charlaban sobre algo que no me llamaba la atención en absoluto. Mi mente estaba en otra parte.
Con el transcurso de la noche, más amigos de los chicos se unieron a nuestra llamada de Discord, y para mi buena suerte, congenié con todos ellos. A pesar de mis esfuerzos por apartar a Demian de mis pensamientos, era lo único que seguía rondando mi cabeza. No habíamos intercambiado palabras desde aquel día en que me había acompañado a casa y no se había conectado a jugar hoy.
—Emma, ¿todo bien? —Sam llamó mi atención mientras los demás guardaban silencio expectante.
—Todo bien. Solo soy un desastre en los juegos de disparos —admití, tratando de disimular lo que realmente ocupaba mi mente—. Estoy en silencio porque me estoy concentrando.
—¿Estás segura de que no pasa nada? —la voz de Adam se unió al interrogatorio.
—En serio, no pasa nada —añadí riendo, intentando detener el interrogatorio. Odiaba esta atención no deseada, solo quería que dejaran de preguntar.
—Pero podemos jugar otra cosa, algo que te haga sentir cómoda—propuso Marc, un chico que igual iba a la secundaria conmigo y eran amigos desde entonces con los chicos.
—No se preocupen, de todas formas ya me tengo que ir.
—¿Podrías quedarte un poco más? —insistió Sam, su tono mostraba un dejo de súplica.
—Lo siento, chicos, pero es tarde y tengo universidad mañana. Además, estoy bastante cansada.
Los chicos se despidieron mientras apagaba mi computadora. Puse la televisión de fondo mientras organizaba mi mochila para la universidad. No quería llegar tarde de nuevo, así que me dispuse a ordenar todo durante la noche.
Una serie de crímenes, mis favoritos, se coló en la pantalla y me absorbí tanto en ella que dejé de lado la organización de mi mochila. Me estiré en la cama y me sumergí en el programa.
El rayo de sol de la mañana me despertó. Al tomar mi teléfono para ver la hora, solté un susurro. "¡Maldición, son las nueve!"
Mi clase había empezado a las ocho y treinta. Me levanté rápidamente, me duché a toda prisa, me lavé los dientes y olvidé completamente peinarme. Mientras salía corriendo de casa, noté un mensaje en mi teléfono de anoche, sin leer debido a que me había quedado dormida.
"¿Estás despierta?"
el mensaje de Demian me hizo contener el aliento por un instante. Un cosquilleo nervioso se apoderó de mí al ver su nombre parpadeando en la pantalla.
Tomé una bocanada de aire antes de responder, mis dedos temblaban ligeramente mientras tecleaba mi respuesta.
"Lo siento, me había dormido. ¿Necesitabas algo?"
Escribí apresuradamente en respuesta a Demian, con el corazón latiendo fuerte en mi pecho.
Mi sorpresa se multiplicó al sentir la notificación de un mensaje cercano. Bajé corriendo las escaleras y ahí estaba él, sentado en el suelo. Abrazaba sus piernas con la cabeza escondida entre ellas.
—¿Estás bien? —mis manos buscaron su rostro entre sus brazos, y al tocarlo, un escalofrío me recorrió—. Demian, estás helado.
Alzó la mirada, y algo en su expresión me golpeó. No era una tristeza que provocara lágrimas en mí, pero sí apretó mi corazón, una amalgama de sentimientos encontrados. Tenía los ojos hinchados, los labios descoloridos y las lágrimas surcaban sus mejillas. Sin pensar, mi dedo se deslizó suavemente, limpiando una de sus lágrimas.
Su mirada estaba llena de una oscuridad que antes no había visto, como si el brillo en sus ojos se hubiera desvanecido por completo.
—No debería estar aquí —murmuró, tratando de levantarse.
—Me alegra que estés aquí —confesé sin pensar, sorprendiéndome incluso a mí misma con esas palabras.
No entendía por qué había admitido algo así, ni sabía por qué razón él se encontraba ahí.
—Fue un error venir —dijo, enderezándose y secando sus lágrimas—. Olvida todo esto.
Me puse de pie frente a él cuando se dispuso a alejarse. Al tomar su brazo para retenerlo, me acerqué con cuidado. Giró hacia mí, bajando un poco la cabeza para mirarme directamente. Nuestros ojos se encontraron, y en su mirada, pude ver un universo entero reflejado en ellos.
Su labio temblaba levemente y no sabía si era por el frío o la tristeza, y mis dedos acariciaron suavemente su mejilla, buscando consolarlo.
—Emma... —murmuró, pero su voz se rompió en un sollozo antes de terminar la frase.
Se aferró a mí con fuerza, su corazón latía desbocado mientras otro sollozo escapaba de él.
—No te vayas... —dije cuando me separé ligeramente—. Sé que tú tampoco quieres irte.
—No entiendo por qué estoy aquí si ni siquiera puedo soportarte —su voz sonaba irónica, pero no quise profundizar en esas palabras.
—Yo tampoco entiendo cómo terminé aquí, tolerando a alguien tan desagradable como tú. Quizás soy demasiado tonta —respondí con los ojos entrecerrados, forzando una sonrisa.
Vi como la comisura de su labio se curvaba en una pequeña sonrisa que se desvaneció a los segundos. Se abrazó a sí mismo, mientras sus dientes castañeaban del frío.
—¿Tienes una sudadera que prestarme? —preguntó, secando las últimas lágrimas de sus mejillas.
Asentí, subiendo la escalera hacia la entrada de mi casa, sentía aún mi pecho apretado y los sollozos de Demian sonaban como un eco en mi cabeza, Busqué entre las sudaderas que le había robado a mi hermano y salí, pero al bajar las escaleras él ya no estaba.
Había presenciado la faceta más vulnerable de Demian, me dejo ver lo que lo hacía más humano, sabía que había algo que lo lastimaba profundamente, pero, ¿Cómo se salva a quien no quiere ser salvado?
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Así que bésame por última vez
Romance¿Alguna vez han sentido cómo una persona repara lo que jamás rompió? Demian lo hizo, y sobre mis heridas, marcó besos que jamás se desvanecerían.