El comedor estaba cargado de una tensión palpable cuando descendí las escaleras. Anoche llegué más tarde de lo habitual, y la ausencia del auto de Isaac afuera confirmaba que no había pasado la noche en casa. En el aire, flotaba una atmósfera incómoda.
—¿Qué tal la pasaste anoche? —preguntó Marina con una sonrisa en su rostro—. No pensé que llegarías tan tarde, te estaba esperando para que me contaras pero me dormí.
—Fue una noche interesante —respondí sirviendome un vaso de jugo.
—Me alegro de que hayas tenido una buena noche a diferencia de Isaac —interrumpió Inés con su voz cargada de enojo—. El pobrecito estaba preocupado por ti, salió anoche y ni siquiera volvió para desayunar.
Observé cómo se levantaba de la mesa con su taza de café entre las manos, su mirada cargada de indiferencia se poso en mi mientras subia a su habitación.
—¡ISAAC NUNCA VIENE A DESAYUNAR! —gritó Marina a su mamá, quien simplemente ignoró su grito—. Mamá cree que mi hermano es un santo, pero es solo cuestión de darse cuenta cómo te trata para saber que no lo es.
Me senté en frente de ella en silencio,mientras observaba mi vaso de jugo; en realidad, la escena me había quitado el apetito.
—No te preocupes, Emma —la calidez de sus ojos verdes me sumía en una paz reconfortante—. Ahora cuéntame qué pasó ayer con detalles.
Me limité a sonreír mientras comenzaba a contarle todo lo que había pasado anoche. Sus ojos, llenos de complicidad, me daban la tranquilidad que necesitaba para abrirme. Siempre estaba ahí para escuchar cada detalle, por absurdo que fuera.
—Isaac se largó anoche hecho una furia, como si fuera a rescatarte de un secuestro o algo así—explicó, levantándose para rellenar su taza de cafe—. Incluso tuvo el descaro de gritarle a mamá por dejarte salir.
—No quería meter en líos a tu mamá —musité, desviando la mirada hacia el sandwich que Marina me había preparado.
—Son unas hamburguesas veganas nuevas que encontré en el mercado —dijo, sentándose frente a mí con su taza de café.
Marina llevaba más de seis meses siendo vegana y cada vez que hallaba algo interesante, hacía que lo probara. Cerré los ojos antes de darle una mordida al sandwich.
—¿De qué son? Está delicioso —exclamé emocionada después de saborear el primer bocado.
Marina sonrió, contenta de que mi paladar aceptara su última aventura culinaria.
—Están hechas a base de garbanzos y champiñones, con un toque de especias y hierbas mágicas. Me alegra que te gusten.
La atmósfera que antes era ligera y relajada se volvió tensa de golpe cuando la puerta principal se abrió bruscamente. Solo alcancé a ver una silueta apresurada antes de que Isaac entrara como un torbellino, agarrándome del brazo con fuerza.
—¡¿QUIÉN MIERDA TE CREES QUE ERES?! —gritó, apretando aún más mi brazo—. ¡CÓMO MIERDA PUEDES SER TAN INCONSCIENTE, EMMA!
—Isaac, por favor, suéltame —tartamudeé, sintiendo la presión en mi brazo—. Me estás lastimando.
Su mano se levantó amenazadora, y esta vez no había nadie que lo detuviera. Una bofetada resonó en la habitación, seguida de la voz angustiada de Marina.
—¡NO LE PEGUES! —gritó mientras se abalanzaba sobre él para evitar que me golpeara más.
Fue inútil; Isaac la empujó, logrando que Marina se cayera. Se acercó a mí, tomándome de ambos brazos con una ferocidad que me hizo temblar.
—¡¿QUIERES VERME LA MALDITA CARA DE IMBÉCIL?! —gritó, sus palabras resonaban como truenos en mis oídos.
Sus gritos aceleraban cada parte de mí. Un nudo se apoderaba de mí garganta y mis piernas se comenzaban a flexionar. Todo a mi alrededor se volvía borroso, y el mundo parecía desvanecerse. Escuchaba los gritos de Marina e Isaac a mi lado, pero cada vez se alejaban más, mis ojos se cerraron dejando que las lágrimas cayeran, sabía que en cualquier momento caeria; mis tímpanos transmitían un sonido ensordecedor al instante que mi cuerpo dejó de responder.
Desperté en mi habitación con Marina a mi lado, sus ojos reflejaban una profunda preocupación.
—Gracias a Dios que estás bien —susurro, tomando mi mano con suavidad—. Lamento no haber podido defenderte.
Mi vista se nublaba por las lágrimas que amenazaban con salir. Marina se levantó y bajó a la cocina a buscar un vaso de agua. Mientras tanto, intenté levantarme de la cama, sintiendo la pesadez en cada paso.
La habitación parecía dar vueltas, y la imagen de Isaac y su ira se repetía en mi mente como una pesadilla constante. Me apoyé en la pared, tratando de recuperar la compostura mientras las lágrimas caían sin control.
Tomé el vaso de agua temblando, mientras intentaba comprender lo que había pasado.
—No te esfuerces demasiado —me aconsejo, tomando el vaso de mis manos con ternura—. Aún debes estar mareada por el desmayo; es obvio que todo lo que pasó fue impactante. Intenta dormir un poco, dudo que Isaac vuelva en unos días después de esto.
Acarició mi mano con suavidad antes de salir de la habitación. Me dejé caer en la cama, sintiendo el agotamiento físico y emocional. Las lágrimas seguían fluyendo, y la sensación de vulnerabilidad me envolvía como una pesada manta.
ESTÁS LEYENDO
Así que bésame por última vez
Romance¿Alguna vez han sentido cómo una persona repara lo que jamás rompió? Demian lo hizo, y sobre mis heridas, marcó besos que jamás se desvanecerían.