Estaba parada frente a mi armario, pensando en qué ponerme para la noche de Año Nuevo. Quería algo que fuera elegante, pero cómodo, algo que reflejara mi estado de ánimo festivo, pero también mi deseo de comenzar el nuevo año con un aire de serenidad y esperanza.
Justo cuando estaba a punto de decidirme por un vestido negro con lentejuelas, mi teléfono sonó. Era un mensaje de Demian. Mi corazón se aceleró al ver su nombre en la pantalla, y rápidamente abrí el mensaje.
"Estoy triste porque no veremos los fuegos artificiales juntos", decía el mensaje.
Sentí un nudo en el estómago al leer sus palabras. Sabía que tenía razón, que cada uno de nosotros pasaría la noche de Año Nuevo con nuestras respectivas familias. Pero eso no hacía que la idea de no estar juntos en ese momento especial fuera menos dolorosa.
Rápidamente le respondí: "Sí, es una lástima. Pero al menos nos veremos después, ¿verdad?"
Después de enviar el mensaje, me quedé mirando la pantalla del teléfono, esperando su respuesta. Los minutos pasaron y cada tic-tac del reloj parecía amplificar mi ansiedad. Finalmente, mi teléfono vibró con un nuevo mensaje.
"Claro, nos veremos después. Y quién sabe, tal vez podamos tener nuestros propios fuegos artificiales", respondió Demian.
No pude evitar sonreír ante su respuesta. A pesar de la distancia, Demian siempre sabía cómo hacerme sentir mejor. Decidí que, aunque no pudiéramos estar juntos a medianoche, haría todo lo posible para asegurarme de que nuestra reunión después fuera especial.
Con un renovado sentido de propósito, volví a mi armario y elegí un vestido rojo brillante. Era atrevido y festivo, perfecto para la celebración de Año Nuevo. Mientras me vestía, no pude evitar pensar en Demian y en cómo reaccionaría cuando me viera.
La noche de Año Nuevo llegó y, aunque la pasé con mi familia, mi mente a menudo vagaba hacia Demian.
Dieron las 1 a.m y no tenía ninguna señal de Demian, ningún mensaje nada. La ansiedad me comenzaba a invadir y una pena se apoderaba de mi pecho. ¿Me había dejado plantada?
Justo cuando estaba a punto de rendirme y aceptar que Demian no aparecería, mi teléfono comenzó a sonar. Mi corazón saltó en mi pecho, pero al ver la pantalla, me di cuenta de que era una llamada grupal de Angeline, Casper y Jacob.
"¡Respondió la desaparecida!", dijo Casper con una risa burlona.
"Ya déjala, no ves que está enamorada", respondió Angeline, riendo.
Sentí cómo mis mejillas ardían de vergüenza y solo pude chillar un "¡Ya cállense!", seguido de una risa. A pesar de la situación, no pude evitar sentirme agradecida por tener amigos como ellos, que siempre sabían cómo hacerme reír, incluso en los momentos más difíciles.
Con los chicos, seguimos hablando un rato y poco a poco, comencé a olvidar que Demian no había aparecido aún. Eran casi las dos y media de la madrugada y aún no sabía nada de él. Apenas podía concentrarme en la conversación con los chicos, mi mente seguía volviendo a Demian y a la promesa de que nos veríamos después. Pero a medida que pasaban los minutos, esa promesa parecía cada vez más lejana.
"¿Y qué tal vas con tu novio?", preguntó Jacob de repente, rompiendo el silencio que se había instalado en la llamada.
"¡JACOB!" Angeline lo reprendió de inmediato, su voz sonaba como un eco en mi teléfono.
"¿Qué hice algo mal?", respondió Jacob, su voz llena de confusión.
"Sí, nacer", respondió rápidamente Casper, su tono burlón. La llamada se llenó de risas estruendosas, cada uno de nosotros riendo a carcajadas por el comentario de Casper.
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Así que bésame por última vez
Roman d'amour¿Alguna vez han sentido cómo una persona repara lo que jamás rompió? Demian lo hizo, y sobre mis heridas, marcó besos que jamás se desvanecerían.