Sergio Pérez
Cuando me despierto a la mañana siguiente, estoy solo en mi cama y la lluvia golpea fuera de las ventanas abiertas. El aire huele fresco y limpio, pero hace un frío considerable y sólo llevo una camiseta prestada de Charles. Desde luego, no he hecho la maleta para un secuestro.
Pero cuando me levanto de la cama, encuentro un grueso jersey colgado en el sillón. Me lo pongo rápidamente y me abrazo en él.
Me dirijo a la cocina.
Carlos está allí sirviendo café fresco en una taza. En el mostrador, a su lado, hay una cesta de bollería, concretamente croissants dorados.
Me ahogo en un pequeño sollozo.
—¿Qué pasa? —pregunta, un poco divertido por mi reacción.
Es ahora cuando recuerdo que me preguntó cuál era mi comida favorita.
¿Y luego se levantó temprano para hacerlo para mí?
—Gracias —digo.
—Ni lo menciones, bonito. Después de cómo me succiono tu culo, anoche, es lo menos que puedo hacer.
Por alguna razón, no es el acto lo que me hizo sonrojar, sino el recordarlo a la luz del día.¿Volveremos a hacerlo? ¿Todos nosotros? Quiero hacerlo. Tengo muchas ganas de hacerlo y sólo la idea de que ocurra de nuevo hace que mis pezones se agiten por debajo de mi ropa prestada y que una emoción se hunda entre mis muslos. No he tenido sexo así desde, bueno, desde siempre, y he tenido mucho sexo en muy poco tiempo, teniendo en cuenta todo.
Me siento en uno de los taburetes y Carlos desliza un plato con un croissant encima y el café a continuación. El vapor me besa la cara, despertándome más.
—¿Dónde están todos?
—Charles está fuera pescando. Lewis está... bueno, quién demonios sabe dónde desaparece. Max está en su tumba, como siempre.
—¿Por qué sigues refiriéndote a ello como una tumba? —Me acerco el café a la boca y soplo sobre él, arremolinando el vapor.
—Porque está literalmente bajo tierra y no tiene ventanas, sólo una puerta.
Al igual que mi habitación especial en mi casa victoriana en ruinas. Tal vez tenga más en común con Peter Pan de lo que pensé en un principio.
—¿Por qué duerme ahí abajo?
Carlos se inclina por encima del hombro hacia la fila de ventanas que tiene a su espalda.
—La luz del sol lo mata.
—¿Qué? ¿De verdad?
—Sí.
—¿Por qué? ¿Cómo?
—Es una larga historia.
—Tengo tiempo.
—Come tu comida, Sergio. —Ahora está distraído, su atención se desvía hacia el balcón.
Charles aparece un segundo después. La lluvia le gotea por la punta de la nariz. Está sin camisa, porque por supuesto que lo está. A estos chicos no les gustan las camisas. Sus abdominales están apretados, hay un surco profundo y hueco en los huesos de la cadera que se hunde por debajo de la cintura de sus pantalones cortos.
Una nueva oleada de calor me invade cuando me sorprendo mirando su entrepierna. Y cuando vuelvo a mirarle a la cara, me encuentro con que me mira a mí.
La mirada que aparece en su rostro es oscura y carnal.
Me estremezco y me agarro con más fuerza a la taza de café.
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El rey de nunca jamás y los niños perdidos
FanfictionCuando el reloj marque las 12, un mito vendrá por mi. Todas vuelven, pero regresan rotas. No hay nadie que se salve de el. No importa que tanto huyas, el encontrará la manera. Mi loca madre no se atreve a decir su nombre, pero en las noches tiene pe...