Capítulo 18

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Charles Leclerc

Llevamos a Checo a su habitación para que pueda ducharse.

Mientras el agua corre, Carlos se sube a su cama y se recuesta contra las almohadas. Hace un gesto con la muñeca y el techo se convierte en un crepúsculo y una estrella fugaz brilla en la noche. Hay una razón por la que ambos tendemos a favorecer la misma ilusión. Nos recuerda a la sala del crepúsculo en el palacio de las hadas. Algunos días me duele sólo de pensar en casa.

Me dejo caer en el respaldo y apoyo los pies en el alféizar de la ventana. Hay silencio en el patio donde yace un Niño Perdido muerto. Alguien tiene que limpiar ese desastre y no voy a ser yo.

—¿Por qué crees que Max ha cedido esta noche? —pregunto.

Carlos saca un trozo de cuerda de su bolsillo y empieza a hacer nudos.

—No lo sé. Pero me alegro de que lo haya hecho.

La brisa del mar se vuelve fresca a medida que la noche envejece. Entra y seca el sudor que aún se adhiere a mi nuca.

—¿Crees que Lewis cederá alguna vez ante Sergio?

Carlos resopla y tira de cada extremo de la cuerda, creando un nudo en forma de trébol.

—Escupir en su boca fue un favor. Checo quería que Lewis ceda ante el. Lewis lo sabía. Por eso lo hizo.

Mi polla se estremece sólo de pensar en Checo y en su bonita boquita envolviéndome.

Joder si no es mejor que cualquiera que haya tenido.

Tal vez sea porque estaba prohibido hasta esta noche. Tal vez sea algo totalmente diferente.

—Deberíamos haberlo vigilado esta noche.

—Si lo hubiéramos hecho, querido hermano, Maxie no habría perdido la cabeza, y si no la hubiera perdido, no se lo habría follado intentando darle una lección, y si no se lo hubiera follado...

—Bien. Dios. Lo entiendo.

Un nuevo nudo aparece en sus manos.

—Quiero atarlo y hacerle cosas traviesas.

Carlos es mejor con las cuerdas que yo, pero disfruto de una chica o chico con nudos tanto como él.

—Esta noche no —le digo.—supongo que ha tenido suficiente por esta noche.

La ducha se cierra.

Oigo a Checo secarse con la toalla, puedo oler el embriagador aroma a lavanda del jabón que le ha comprado Cherry.

Lo usamos esta noche. No somos ajenos a usar un culo para nuestro propio placer.

Pero esto es diferente. Sergio es diferente y no sé por qué.

Con un chasquido de dedos, la magia de las hadas llena el aire y el suelo de madera se cubre de repente de musgo de bosque y flores bioluminiscentes. La luz es falsa, pero llena la habitación de un brumoso resplandor rosado.

Carlos se sienta.

—Ahora lo estás mimando.

—Quiero que piense que podemos ser suaves.

—¿Por qué? Sólo se decepcionará cuando se dé cuenta de que no lo somos.

El rey de nunca jamás y los niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora