Charles Leclerc
Las hojas del Árbol de Nunca Jamás se estremecen cuando la sombra recorre las ramas. Los bichos parpadean y se oscurecen.
—¿Tienes los ojos en él? —pregunta Carlos.
—Por aquí —respondo.
La sombra está encorvada en una hendidura del árbol.Si tuviera mis alas, volaría para agarrarla.Todo es más difícil sin alas. A veces me duele la espalda, el espacio donde una vez estuvieron, me duele como si estuvieran allí, como si acabara de volver de una larga tarde volando entre las nubes.
Carlos se acerca al tronco del árbol, con la mirada fija en el dosel sobre nosotros.
—¿Cómo quieres hacerlo?
—Yo qué sé.
—¿Qué sombra crees que es?
Se toca las sienes y gruñe.
—Supongo que El oscuro. Pan será atraído por su sombra, probablemente sin siquiera pensarlo.
—¿Qué tal si uno de nosotros sube? —sugiero— Lo forzamos a bajar.
—Piedra, papel o tijera. El que pierda sube.
Seguimos observando las ramas mientras las hojas vuelven a traquetear y la sombra se desplaza.
—Date prisa —digo.
—Estoy listo. Te estoy esperando.
Resoplo y pongo el puño en mi mano contraria.
—Piedra, papel o tijera, ya —decimos al unísono y apartamos la mirada del árbol el tiempo suficiente para ver quién ha ganado.—¿Piedra? ¿De verdad, Calos? —digo riendo. Fui con el papel. Carlos siempre va con la roca porque es predecible— Parece que vas a subir —le digo.
—Sí, sé cómo funciona el juego, imbécil. —Se coloca debajo de una de las ramas más bajas que cuelgan y, lentamente, la rodea con las manos, preparándose para impulsarse hacia arriba.
Cuando éramos niños, pasábamos horas en los empinados y retorcidos árboles del bosque de las faes. Subíamos, bajábamos y volvíamos a subir.
—Prepárate para agarrarla —susurra Carlos.
Tengo las rodillas dobladas, y las manos extendidas.
—Por supuesto, estoy listo. Siempre estoy listo.
Se levanta. La rama se hunde con su peso. La sombra se mueve en el árbol.
—Despacio —le digo y sigo sus movimientos.
—Sé lo que estoy haciendo.
La sombra se agita y la rama se estremece. Por encima de nosotros, en las vigas del techo, los periquitos gorjean con fuerza, lanzando una estridente advertencia. Carlos se pone de pie y se agacha en la rama para mantener el equilibriomientras avanza poco a poco, con la corteza raspando ruidosamente bajo sus botas.
La sombra se contrae, gruñe.
—¡Cuidado!
—¡Tengo cuidado! —sisea.
La sombra salta a la siguiente rama. Carlos se reajusta y yo me lanzo bajo la nueva rama. Carlos tiene la sombra apoyada contra una V en las ramas.
La sombra vibra. ¿Tiene miedo? O tal vez es...
La sombra se lanza. Suena un rugido profundo y gutural y los bichos salen volando del árbol en un enjambre brillante y neón.
Los periquitos guardan un inquietante silencio mientras Carlos emite un sonido húmedo y ahogado.
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El rey de nunca jamás y los niños perdidos
FanfictionCuando el reloj marque las 12, un mito vendrá por mi. Todas vuelven, pero regresan rotas. No hay nadie que se salve de el. No importa que tanto huyas, el encontrará la manera. Mi loca madre no se atreve a decir su nombre, pero en las noches tiene pe...