Capítulo 10

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Sergio Pérez

La cadena a la que me esposaron es lo suficientemente larga para que pueda salir de la cama y llegar al banco de ventanas. Las persianas siguen abiertas, así que puedo oír todo lo que pasa ahí abajo.

Oigo que Charles le dice a una chica que se ponga de rodillas y ella lo hace sin rechistar y el resto que está junto al fuego mira como la coge.

Una sensación extraña me llena el pecho mientras observo.

Me zumba entre las piernas, haciendo que me moje repentinamente.

Yo iba a hacer eso. Ese debería ser yo.

Excepto que al verlo...¿Por qué demonios me excita tanto esto? La chica empieza asfixiarse, pero él no cede.

Estoy fascinado por él, por el empuje de sus caderas y el brillo de la luz de la luna en su pelo oscuro, las líneas rectas y oscuras de sus tatuajes y...

La puerta de mi habitación se abre de golpe.

Una figura oscura entra a hurtadillas, me agarra de la cadena y me tira hacia atrás. Pierdo el equilibrio y tropiezo.

Carlos me atrapa y me rodea el cuello con una mano.

—¿Qué le has dicho, Pérez?

—¿Qué? Yo no...

—Conozco a mi hermano. Venimos en paquete, juntos o nada, es mi otra mitad, después de todo.

La luz de la luna entra por mis ventanas para ver el ceño fruncido de Carlos.

Debe ser el mayor de los dos, el protector de Charles, aunque dudo que necesite protección.

—No he hecho nada.

El agarre de Carlos sobre mí se hace más fuerte.

—Todas los malditos Darling son iguales. Se hacen los inocentes, como si fueran las víctimas...

—¡Pero lo somos!

Resopla.

—Sigue diciéndote eso.

—Me has secuestrado. No quiero estar aquí.

Me hace girar y me aprieta contra la pared.

Me deja sin aire.

—¿Crees que te queremos aquí? —dice—. ¿Crees que esto es divertido para nosotros? ¿Ver a Max morir lentamente delante de nuestros ojos? ¿Sintiendo que la isla se revuelve como si quisiera escupirnos? ¿Crees que pedimos que a las Darling...?

Se interrumpe y respira larga y profundamente, con las fosas nasales abiertas.

—¿Max se está muriendo? —Yo digo.

Frunce el ceño y su ojo se tuerce.

—¿Por qué se está muriendo?

Retira su mano de mi garganta, pero se queda en mi hombro, su pulgar presionando en el valle entre mis clavículas.

Todavía estoy encendido después de ver a su hermano follar la boca de una chica.

Mi corazón se acelera en el pecho.

Carlos me mira a los ojos y él estrecha los suyos.

Su respiración se acelera y me doy cuenta de que cometí un error al intentar llegar primero a Charles. Pensé que sería él porque era el más simpático. Pero esa es exactamente la razón por la que no quiso tocarme. Al menos, no primero.

George, creo que te haré sentir orgulloso.

Te follas al que es bueno y está listo, decía.

No sería la primera vez que utilizo mi cuerpo para conseguir lo que quiero.

El rey de nunca jamás y los niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora