Capítulo 39

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Cuando estoy apunto de irme a mi habitación Max y Lewis entran al desván. 

Max se sienta y me hace señas para que me siente en su regazo. Hago lo que me indica.  

—Vamos a discutir el plan —dice Max y me reajusta en su regazo para que esté acunado contra su pecho, con su mano apoyada en mi hombro— Lewis nos ha dado permiso para entrar en el territorio de Ocon mañana por la noche. 

—¿A costa de qué? —pregunta Carlos. 

—Cherry. 

Charles le devuelve el cigarrillo a su hermano. 

 —¿Ella lo sabe? 

—Por supuesto que sí —responde Lewis. 

—¿Y cómo se lo ha tomado? —pregunta Carlos. 

Lewis da otra calada a su cigarrillo y retiene el humo en sus pulmones sin decir nada. 

Carlos se ríe. —Así de bien, ¿eh? 

Me hundo en el calor de Max mientras me acaricia las puntas del pelo y me pone la piel de gallina. 

 —¿No quiere volver?— pregunto 

—Le dijimos que era libre de volver a casa hace años —dice Carlos

— Y ella eligió quedarse. 

—Ella quiere al Oscuro —dice Charles— Volver al territorio de su hermano significa que tendrá muchas menos oportunidades de tenerlo. 

—De todos modos, no me va a tener. —Lewis clava el cigarrillo en un cenicero de cristal de la mesa de centro y las brasas salen escupidas en un arco—  Así que no sé por qué diablos importa. 

—¿Dónde está ella? —pregunto. Apenas la he visto desde que volvimosal País de Nunca Jamás. 

Quería hacerme amigo de ella, pero creo que poco a poco podría llegar a odiarme. Especialmente si me salgo con la mía. Quiero a Lewis. Él cederá ante mí. Eventualmente. 

—No la he visto desde que regresamos —responde Lewis y se pasa la mano por el pelo oscuro— Estaba de mal humor. 

—¿Debo hablar con ella? —pregunto. 

—¿Qué sentido tendría? Ella va a volver a casa. 

 —Hay algo más que debemos discutir —dice Carlos. 

Charles extiende sus largos brazos sobre el respaldo del sofá. 

 —Algo que no le gustará a ninguno de los dos. 

—Bueno, no me dejes en suspenso —dice Max. 

—Visitamos a nuestro querido hermano —responde Charles. 

Siento que la dura línea de Max debajo de mí se endurece aún más. 

 —¿Y? 

—Y está conspirando contra ti —añade Carlos. 

Lewis se levanta para traer el bourbon y uno de los periquitos se alejaaleteando de la barra al verlo avanzar. Se posa en el brazo de la silla de Max y me gorjea dulcemente. Intento no hacer ningún movimiento brusco por miedo a espantarlo. 

Tiene las plumas de aspecto más suave en el pecho del color del amanecer, con una franja amarilla por la cabeza. Max enrosca un mechón de mi cabello alrededor de su dedo índice. 

 —¿Qué no me dicen, príncipes fae? ¿También están planeando volverse en contra mí? 

—Si lo hiciéramos —dice Carlos— no estaríamos aquí, ahora, ¿verdad? 

El rey de nunca jamás y los niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora