Sergio Pérez
Cuando quiero tomar aire, estoy gritando.
No hay olas. No hay viento. Pero estamos en el agua. El agua es poco profunda y salada, y tardo un segundo en reconocerla como el Estanque Esmeralda, en el parque que hay al final de la calle de mi antigua casa victoriana.
Estoy en casa.
Estoy en casa.
Entonces, ¿por qué me da miedo?
Salimos del agua a trompicones, yo y Peter Pan y los Niños Perdidos.
Aquí también está oscuro y los grillos y las ranas de estanque pían y croan en la noche.
—Por aquí —digo y nos muevo hacia la acera que nos llevará a la calle.
Todos estamos en silencio mientras caminamos, empapados y con una misión. Tardamos menos de diez minutos en llegar a la casa Victoriana. De alguna manera, ver mi casa con Max y los chicos hace que uno o ambos se sientan irreales.
Como si no debieran existir en el mismo espacio.
Subimos por el agrietado y desvencijado paso delantero. Intento abrir la puerta y la encuentro sin llave. Eso no es propio de mi madre. Ella siempre se acuerda de cerrar las puertas.
Cuando empujo la puerta, cruje en sus bisagras. La casa está oscura y silenciosa, salvo por su normal asentamiento, como el crujido de los huesos viejos.
—¿Mamá? —llamo a gritos.
No hay respuesta.
Vamos por el pasillo y los chicos se quedan detrás de mí.
El baúl de mi bisabuela está en la sala de estar, bajo el ventanal.
Excepto que cuando llegamos a la puerta, encontramos a mamá allí con un hombre más bajo que yo, y varios más como él. Tiene un mechón de pelo oscuro en la cabeza y unos ojos grandes y muy abiertos con orejas puntiagudas.
—Brownie —dice Pan en un gruñido.
—Maxie —dice con burla el hombrecito.
—¿Por qué estás aquí? —pregunta Max. Hay un claro tono de sospecha en su voz.
El Brownie da un paso adelante.
—Tink no quería que fueras rey.
—Pero ¿cómo sabías que estaba aquí? —Max da otro paso.
Lewis y los cuates coinciden con sus movimientos.
—Siempre supe que estaba aquí —responde el Brownie— Para ser justos, pensé que ya estarías muerto. Todos lo pensábamos.
Los demás asienten. Son siete en total.
—¿Qué piensas hacer con mi sombra una vez que la reclames? No hay muchos que puedan sostenerla.
—Los cuates podrían —dice el Brownie.
Max se pone rígido.
—¿Qué tiene que decir Arthur sobre eso?
—Quiere lo mejor para la isla —El Brownie apoya su mano en la empuñadura de una espada atada a su cadera— Fuiste un rey despiadado. ¿No pensarás que queremos que vuelvas a serlo?
Observo la cara de Pan en busca de una reacción. Sé que puede ser despiadado. Lo vi matar a ese Niño Perdido por nada más que coquetear conmigo. ¿Pero qué tan vicioso es? No le tengo miedo, pero quizás debería tenerlo.
Tal vez saltar de ese acantilado fue la cosa menos valiente que he hecho en muchos días.
—No dejaré que me detengas —dice Max.
—No dejaré que te vayas de aquí con tu sombra —dice el Brownie.
Hay un momento de calma y tranquilidad justo antes de que estalle la pelea. Mamá está encajada entre la esquina y el tronco, con los brazos rodeando susrodillas.
Corro hacia ella mientras las espadas chocan.
—¿Mamá? ¿Estás bien?
—¿Checo? ¡Oh, mi niño! —Se despliega y me rodea con sus brazos—. Estoy tan contenta de que hayas vuelto. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Estoy bien.
Miro por encima de mi hombro y veo las manos de Lewis a ambos lados de la cabeza del Brownie. Se retuerce violentamente y el cuello del Brownie se rompe.
Mi estómago se revuelve.
—Mamá, ¿conoces un compartimento oculto en el baúl de la bisabuela?
—No. ¿Por qué?
Lo desengancho y abro la tapa. Huele como si fuera de otro siglo y el forro de papel está ahora quebradizo y se desprende en escamas. Lo hemos utilizado para guardar sábanas y mantas viejas, y un álbum de fotos que sólo está lleno en un tercio.
Alguien grita detrás de nosotros. No creo que sean los chicos.
Arranco las mantas, las sábanas, y luego paso la mano por el interior del maletero. ¿Cómo lo hizo la Darling de mi sueño?
Comienzo a golpear las paredes interiores. No pasa nada.
—Vamos.
Creo que era el lado izquierdo del maletero en mi sueño. Vuelvo a golpear mis nudillos. Una, dos veces. Nada.
Tal vez no estoy siendo lo suficientemente contundente. La Darling de mi sueño golpeó el baúl con más fuerza que de un golpe.
Lo intento de nuevo y...Un cajón se abre.
Y dentro, envejecida por décadas de espera, hay una caja.
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El rey de nunca jamás y los niños perdidos
FanficCuando el reloj marque las 12, un mito vendrá por mi. Todas vuelven, pero regresan rotas. No hay nadie que se salve de el. No importa que tanto huyas, el encontrará la manera. Mi loca madre no se atreve a decir su nombre, pero en las noches tiene pe...