Capítulo 3

828 96 10
                                    

Sergio Pérez

Cuando me despierto, tengo la misma sensación que tuve cuando me quedé dormido en la parte trasera del viejo coche de mamá mientras nos llevaba seis estados al oeste.

No estoy donde se supone que debo estar, todo me duele, y nada se siente igual.

Primero escucho las gaviotas. Hace siete años que no vivimos cerca del océano, pero su graznido despierta los viejos recuerdos de la arena que cubre nuestros suelos, el sonido de las olas y el olor de la hierba de las dunas.Siempre me ha gustado el agua. Me hace feliz.

Oigo una inhalación tras las gaviotas y la respiración no es la mía.

Cuando abro los ojos, me encuentro con un chico que me mira. No, no es un chico exactamente.

Tiene la juventud de un chico, pero la presencia de un hombre.

Lleva el cabello algo corto y es color whisky. Su mirada verde es como un cuchillo, afilada y centelleante, mientras me observa. Su piel es brillante y color cremita. Todas las líneas son precisas y simétricas en ambos lados de su cuerpo. Empiezan en su cuello y recorren como un laberinto el resto de su cuerpo, desapareciendo bajo la cintura de unos vaqueros negros rotos.

Es una visión de la virilidad oscura.

—Buenos días, Darling —dice.

—¿Dónde estoy? —Me levanto de golpe y descubro que estoy encadenado a la pared. Eso es perverso.

—Por tu seguridad —dice, señalando con la cabeza la cadena.

—¿De qué?

—Vagar. —Sonríe.

—¿Está despierto? —dice otra voz desde la puerta. Sigo el sonido y mi cerebro tartamudea hasta detenerse. tienen cierto parecido. El cabello es castaño oscuro y está más largo, sus ojos son marrones. su piel es morena y esta un poco bronceada.

Tiene los labios llenos e hinchados.

—Antes de que preguntes —dice el nuevo—, sí, estás alucinando.

El otro gruñe.

—No lo jodas, Calos. Tendrá mucho de eso después.

El que se llama Carlos se acerca.

—¿Cómo estás, Darling? A veces el viaje hasta aquí es duro para un chico.

Tengo la garganta en carne viva y seca, la lengua como papel de lija en la boca. Estoy un poco mareado y nublado, pero aparte de eso parezco estar bien. Aparte del hecho de que fui secuestrado por alguien que creía que era un mito o un delirio y ahora estoy encadenado a una cama junto al océano. En casa, el océano más cercano está a varios cientos de kilómetros.¿Hasta dónde me llevaron?

—Estoy bien —respondo.

—¿Agua? —pregunta el que está al lado de mi cama.

—Sí, por favor.

Durante toda mi vida, mi madre me preparó para este momento, a veces de la forma más dolorosa, y nada de eso fue suficiente. Me dijo literalmente que esto pasaría y, sin embargo, ahora que es así, todavía me cuesta asimilarlo.

¿Es real? ¿O es este delirio el comienzo de la locura?

La cama debajo de mí se siente real. El cálido aire tropical, real. El espacio que los chicos ocupan en la habitación, la energía que lo llena, muy, muy real.

Hay algo en estos chicos que es más potente que cualquiera de los chicos con los que me he juntado antes, y me he juntado con muchos.Los chicos guapos siempre hacen que el tiempo pase más rápido.

El rey de nunca jamás y los niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora