Max Verstappen (Peter Pan)
Un viaje más a su mundo. Puedo hacerlo.
Tengo que hacerlo.
La espera de la puesta de sol parece una eternidad. Envié a Darling lejos para poder pasear solo por la habitación.
Hay una desesperada sensación de urgencia que hace que mi cabeza palpite con fuerza.
Mientras espero a que se ponga el sol, me pongo todas las cuchillas que puedo.
Cuando la luz finalmente se desvanece, subo corriendo la escalera.
Todo el mundo está listo.
—¿Vienen todos? —pregunto.
—Por supuesto que sí —responde Carlos— ¿Crees que te dejaremos tener todas las aventuras?
Checo se sitúa entre los gemelos y parece un muñeco diminuto frente a su altura. Todo en el parece frágil y quebradizo, pero es todo menos eso.
Me recuerda mucho a su madre.—¿Y cómo se llega allí? —pregunta Sergio.
—La mejor manera es volar —respondo.
Me mira fijamente durante unos largos segundos. —¿Puedes volar?
—Ya no —admito.
—Nosotros perdimos nuestras alas —dice Charles.
—¿Lewis? —pregunta.
—Puedo volar, pero no voy a arrastrar todos sus culos.
—Tomaremos la otra ruta —digo.
—¿Y qué es eso? —pregunta.
—Saltamos desde la Roca de Marooner.
—Debes estar bromeando. —Pone las manos en sus caderas— Por favor, dime que estás bromeando.
Los cuates empiezan.
—Nunca bromeamos con saltar de los acantilados.
—No quiero saltar de un acantilado.
—Qué pena —le digo y lo dirijo hacia la puerta.
Mientras nos abrimos paso por el bosque, los lobos aúllan en la distancia y escuchamos un gruñido desde la oscuridad.
Mantenemos a Checo entre nosotros, manteniéndolo a salvo.
Los lobos solían doblegarse ante mí, pero ya no.
Pasamos la laguna y seguimos caminando donde el terreno asciende por la parte trasera del acantilado.
La luna cuelga pesada en el cielo.
Pensaba que esta noche invitaríamos a Arthur a volver a escarbar en la cabeza de los Darling.
Me alegro de que no sea así. Me alegro de que el Darling esté bien.
El rocío se ha acumulado en el musgo que crece entre las grietas. Es una noche fría y Darling tiembla.
Sumergirse en el océano no ayudará a ello, como tampoco lo hará cruzar mundos.
Nos acercamos al borde del acantilado mientras el viento del océano se hace notar.
—Esto es mucho más alto de lo que parece desde abajo. —Sus brazos están apretados sobre su cintura y no se ha acercado a más de tres metros del borde— No creo que pueda hacer esto. ¿Es así como me has traído aquí?
—Sí.
Se muerde el labio inferior.
—Piensa que cuando lleguemos allí, podrás quedarte. Nunca tendrás que volver aquí.
Su cara se cae y mis tripas se aprietan.
¿Es eso lo que quiero?¿Es eso lo que quiere?Apenas lo conozco y, sin embargo, me resulta familiar.
Y la idea de olvidarlo una vez que se haya ido...Me arde el pecho.
—Ven. —Le ofrezco mi mano. Al menos, puedo prometerle que estaré a su lado. El desliza su mano en la mía. Sus dedos están helados.
—¿Así que simplemente saltamos?
—Sí —Lo insto a acercarse al borde.
—¿Hay rocas ahí abajo?
—Sí, pero por eso daremos un gran salto.
—¿Y luego qué? —Me mira con el ceño fruncido, con líneas de preocupación entre sus cejas—¿Nadamos? ¿Nos sumergimos?
—La magia se encargará de ello por nosotros.
El resopla.
—Sólo tienes que creer —dice Charles y entonces salta.
—Oh, Dios mío —dice en un suspiro— No puedo.
—Debes hacerlo.
—¿Por qué?
Carlos es el siguiente en saltar. El viento cambia de dirección y un mechón de pelo sale disparado hacia la cara de Checo. Me agacho para colocarlo en su lugar.
—Te tengo. ¿Está bien?
Juro que puedo oír su corazón palpitando por encima del golpeteo de las olas.
—Muy bien. Bien
—Buen chico.
Nos llevo hacia el borde. Su agarre es más fuerte que el mío cuanto más nos acercamos.
—¿Listo?—Supongo.—Uno.
El tiembla a mi lado.
—Dos.
Su pecho sube y baja con respiraciones rápidas.
No llego a tres antes de saltar juntos desde el borde.
Esta es la única manera en que puedo volar estos días y es jodidamente estimulante.
Pero si Darling tiene razón, mañana a esta hora, estaré volando.
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El rey de nunca jamás y los niños perdidos
Fiksi PenggemarCuando el reloj marque las 12, un mito vendrá por mi. Todas vuelven, pero regresan rotas. No hay nadie que se salve de el. No importa que tanto huyas, el encontrará la manera. Mi loca madre no se atreve a decir su nombre, pero en las noches tiene pe...