Capítulo 8

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Pasé el verano de mis trece años viviendo con mamá en una casa destartalada que estaba en medio entre dos vecinas beligerantes, un mojigato y el otro prostituto.

George Russell era el prostituto, un conocido de mamá que nos ayudó a conseguir el alquiler.

Lando Norris era el mojigato y odiaba a George. "Ese vil hombre", solía decir cuando miraba el tramo de acera agrietada que llevaba a la bonita casita amarilla de George. "Es una plaga en este barrio".

Lo más irónico de todo era que la casa de George era fácilmente la más bonita de la manzana.

No tardé en darme cuenta de que George era rico y su cuerpo y cara eran su moneda, sabía mejor que mamá cómo utilizarlo.

Lando envidiaba en secreto a George, por mucho que fingiera lo contrario.

El envidiaba a todos porque aunque se la diera del ser perfecto y tener la vida perfecta, él nunca seria el mas talentoso e inteligente, solo sabía causar conflicto.

No creo que fuera tanto el sexo libre como la libertad.

El marido de Lando lo ignoraba y probablemente lo odiaba. Estaba atrapado y odiaba que George no lo estuviera.

Me encantaba George. Me encantaba escucharlo, observarlo y aprender de el.

—Quiero ser millonario —me dijo una tarde mientras me cuidaba—. Estoy cerca. Sólo unos años más y llegare a las siete cifras.

(Se refiere al número de dígitos. Por lo tanto, un salario de siete cifras significa ganar más de $1,000,000 por año. Para obtener específicas, cualquier cosa, desde $1,000,000 por año a $9,999,999 es un ingreso de siete cifras).

El dinero era difícil de imaginar, pero en realidad, era la confianza de George lo que no podía entender.

¿Cómo lo hizo? ¿Cómo pudo existir en su piel y amar estar allí? Lo estudié todo ese verano, intenté aprender sus secretos. Siempre me ha gustado observar a la gente.

Descubrí que eran mucho más fáciles de leer cuando no se daban cuenta de que los estaban observando.

George siempre se apresuraba a iniciar una conversación con la gente y tenía la costumbre de tocarlas, incluso a completos desconocidos. Una mano en el hombro, un apretón en el brazo. A los hombres les encantaba esto. Y no importaba dónde estuviéramos o qué pidiera George, los hombres se inclinaban.

Una tarde convenció a un hombre, un desconocido, para que nos invitara a comer. Al final del verano, llegó a la entrada de su casa en un flamante todoterreno que le había comprado un tipo.

—¿Es tu novio? —le pregunté.

El se rió.

—Oh pequeño, yo no tengo novios. Los hombres son mis juguetes y juego con ellos regularmente.

Quería que fuera mi madre o padre, como el se quisiera denominar.

Cuando perdimos esa casa de alquiler porque mamá se retrasó en el pago de la renta, me sentí desolado.

George me dijo que podía venir a visitarlo cuando quisiera, pero mamá solo pudo encontrar un apartamento a dos condados de distancia.

Nunca volví a ver a George.

A veces pienso en el y me pregunto si llegó o no a las siete cifras.

Estoy seguro de que lo hizo.

El podía hacer todo.

Mientras estoy encadenado a una cama en un lugar que no reconozco, no puedo evitar preguntarme qué haría George.

No estaría preocupado. No tendría miedo. George idearía un plan y entraría en acción.

Antes de Max, antes de Nunca Jamás, creía que mi destino era volverme loco como mi madre y que nada podía impedirlo. Pensaba que la locura estaba en mi sangre, pero ahora creo que ocurre aquí. En el País de Nunca Jamás. Así que tengo que averiguar cómo evitar que ocurra. Y el hecho de tener la oportunidad de impedirlo es más de lo que jamás pensé que tendría.

Nunca había sido un mojigato, no como Lando Norris.

No me di el lujo de hacerlo.

Por eso pasé por la mitad del equipo de baloncesto en el primer año. Todos me daban cosas que quería y necesitaba. A veces me llevaban al instituto. A veces comida. Otras veces era simplemente la sensación de estar en mi propia piel.

Ese fue el año en que recibí el apodo de "la Puta Pérez".Entonces no me importaba. Ahora sigue sin importarme.

Y si George estuviera aquí, me diría que usara lo que tengo.

— La mayoría de los hombres"macho" no se dan cuenta —dijo una vez—, pero los chicos como nosotros también tenemos cajas de herramientas. Las nuestras no están llenas de martillos, llaves inglesas y destornilladores. Tenemos esto. —Se apretó sus pechos y el culo—. Y esto. —Luego se dio un golpecito en la sien— Y esto.— señalo su cara.— Y no hay mayor poder que una cara bonita y el cerebro, nene.

La forma en que la mirada de Charles se detuvo en mí...Si alguno de ellos es un eslabón débil, es él.

¿Puede llevarme a casa? ¿Sabe cómo salir de la isla? Estoy seguro de que puedo ponerlo de mi lado.

En la oscuridad de mi habitación, una idea me viene.

Me incorporo, me aclaro la garganta y llamo a Charles.

Y en unos minutos, sus pasos suenan en la puerta de mi habitación y el corazón se me sube a la garganta.

Me voy a follar a un Niño Perdido.

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Pónganle condon que se vieneeeeee.

Ahora si viene lo bueno.

El rey de nunca jamás y los niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora