08. Debió ir con los Potter

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Como era de esperarse, no tendrían las vacaciones más extraordinarias de su vida, Sirius lo temió desde su llegada. Walburga lucía molesta (o quizás era que ya no podía verla de otra manera), y la peor parte era cuando pretendía, a veces hasta por una semana, que no existían, porque cuando la mujer se dignara a dirigirles la palabra, nada bueno saldría de su boca.

Sin embargo, lo que les esperaba no era una mala noticia, sino por el contrario; estarían de regreso en la mansión principal. Nadie más que Sirius despreciaba el número 12 de Grimmauld Place, porque era la casa en donde recibía los peores tratos, al compartirla únicamente con su hermano y sus padres. Por otro lado, las visitas a la mansión principal, La Noble y Ancestral Casa de los Black, involucraban compartir sus días con Andromeda, quien le conocía un poco más de lo que él se conocía a sí mismo, a quien le confiaba la vida sin dudarlo, el único lazo sanguíneo por el que agradecía ser un Black.

La primera semana los hermanos trataron de seguir la rutina que mantenían antes de entrar a Hogwarts, pero cada vez que pasaban tiempo a solas, entablando una conversación de más de cinco minutos, se daban cuenta de que ya no compaginaban. No fue necesaria una discusión, simplemente la distancia se iba entrometiendo entre el frágil hilo de su unión y, al pasar quince días, apenas y se dirigían la palabra. Cada uno estaba sumergido en sus propios asuntos como para notar al otro. Sirius disfrutaba de la compañía de su prima, Regulus adoraba el piano que su abuelo mantenía en perfecto estado solo para él. Era un paraíso para ambos, y la mejor parte era que estaban protegidos de Walburga, quien procuraba cuidar su cordura cuando la familia entera estaba ahí.

Acercándose el 24 de diciembre (fecha que, por supuesto, no festejaban), escuchó a Sirius hablar con sus padres, una noche que Regulus permanecía despierto hasta tarde y se paseaba por la mansión porque le gustaba ese lugar enorme, le hacía sentir como un rey en un castillo embrujado. Paró afuera de uno de los pequeños salones, porque la voz de su hermano se escuchaba del otro lado.

—Por eso quería saber si podía pasar estas fechas fuera...

—¿Fuera, Sirius? ¿Por qué?

—Sí, como, en casa de unos amigos... Por Yule.

—¿Amigos? De Gryffindor, me supongo.

—No, no son de Gryffindor, lo juro.

—¿Lo juras? —inquirió, con ese horrible tono que te decía entre líneas: "sé que me estás mintiendo."

—Ajá —su voz tembló un poco, lo suficiente para que su madre lo notase.

En ese momento, Regulus, quien apenas se asomaba un poco, quiso dar la vuelta y seguir su camino, del modo más discreto posible, sin embargo, estaba pegado a la escena. Quizás era la curiosidad por saber qué le harían a su hermano, o más bien, saber cuál sería la respuesta de Walburga. Rogó, una y mil veces para sus adentros, que le negara dicho permiso, porque sabía que el destino de su hermano era la casa de los Potter.

—¿Ajá?

—¡Sí, que sí! —respondió exaltado, nervioso ante la mirada acusatoria de su madre y por cómo se pondría si lo descubría, ignorando que acababa de delatarse a sí mismo.

El estómago del pequeño espía se revolvió, Sirius siempre fue más valiente al hacerle cara a sus padres, incluso cuando sabía que siempre terminaría en el mismo resultado. Pudo haberse confiado mucho de que el resto de la familia estuvieran durmiendo, y por ello se tomó la libertad de responder de aquel modo.

—Si pudiera, cortaría tu mentirosa lengua —as palabras de la mujer fueron marcadas, mientras en un ágil movimiento intentó jalar por el cabello a su hijo, quien pudo retroceder antes de que eso sucediera, teniendo de ventaja que le habían obligado a cortarlo hace no tanto—. No crié a un mentiroso, no crié a un mocoso traidor. 

𝐑𝐀𝐌É ↬𝐉𝐞𝐠𝐮𝐥𝐮𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora