20. El sweater y la ley del hielo

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Pero cuando ellos estaban cerca, no podía evitar sentir eso de lo que estaba huyendo. Eso por lo que suplicó ser normal. Los pensamientos de los que quería deshacerse seguían rondando por su cabeza cuando las facciones de Evan resultaban más agradables a su vista que las de su melliza.

Se sentía tan perdido dentro de sí, tan molesto consigo mismo. Quería encontrar respuestas, quería saber cómo los chicos se interesaban en las chicas, para poder saber si él sentía lo mismo. Quería saber si alguien podía comprenderlo y decirle que era normal, que no había nada malo en él.

Regulus trataba de convencerse de que no sucedía nada malo, sin embargo, sabía que se engañaba. Si no estuviera sucediendo nada malo, ¿por qué lo ocultarías? Quizás se estaba volviendo loco, igual eso era hereditario.

Pandora poseía una belleza extraña en el mejor de los sentidos. Ninguna niña poseía su aura. Además, le inspiraba querer protegerla de cualquier mal. Y quizás, si lo pensaba, no era tan desagradable imaginarse casándose con ella... Solo que no quería hacerlo.

Y cuando Barty aparecía, sus ojos lo buscaban. Cuando se perdían entre la multitud de estudiantes recorriendo los pasillos para llegar al Gran Comedor, se aseguraba de no perderse de su vista. Le gustaba sentirse protegido, y aquel niño era capaz de golpear a cualquiera que tropezara frente a él. Estaba, quizás, solo un poco demente, lo suficiente para recordarle que no era capaz de rodearse de personas que no lo estuvieran.

Le gustaba su cabello castaño y lo espontáneo que era, su inteligencia, la cosa que hacía con la lengua cuando era evidente que mentía o estaba nervioso, que sujetara su hombro antes de sujetar el de Evan y que le dijera lo que harían ese día sin preguntarle antes si le interesaba aquel plan.

Le alejaba de lo que consideraba sentirse normal y lo atormentaba sin siquiera saber que lo hacía.

Quería tomarle la palabra a Mulciber y pensar que quizás sí era muy joven para entenderlo, para que una chica le pareciera bonita y pudiera encapricharse como el estúpido James Potter. Algún día, tal vez, sería capaz de mover cielo, mar y tierra por alguien... pero, ¿por quién?

Soltó un suspiro, recargándose en la silla de la biblioteca mientras veía a Remus aproximarse, con una sonrisa tímida y tres libros entre sus brazos.

—¿Cómo has estado?

—Normal. ¿Sirius habló con ustedes?

El chico desvió la mirada, con pesar, para después negar con la cabeza.

—No habla mucho de sus sentimientos, solo explota de repente. 

—Típico.

—¿Cómo son las cosas en su casa?

—Son buenas.

—¿Para ti?

—Remus, ¿crees en esa tontería de Dios?

—Creer... No. Al menos no desde hace tiempo.

—¿Le has pedido algo?

—Ser normal —se encogió de hombros, tratando de restar profundidad a sus palabras.

Normal. La mente de Regulus retumbó. Al final, era eso lo que todos deseaban, ¿verdad? Remus rogaba que su condición se fuera, que pudiera pasar todas las noches dentro de Hogwarts, con sus amigos, riendo como cualquier otro chico a su edad y no tener que ocultar las cicatrices. Y estaba seguro de que Pandora deseaba no tener dones que otros no tenían, así como Evan deseaba no ser naturalmente fastidioso porque hablaba demasiado y reía escandalosamente. Incluso Barty, aunque no lo dijera, deseaba no tener pensamientos intrusivos tan inhumanos.

𝐑𝐀𝐌É ↬𝐉𝐞𝐠𝐮𝐥𝐮𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora