18. Cuando ella se fue

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Durante el camino a casa, Sirius había hablado alegremente de la guerra de bolas de nieve, el cómo se divirtió y agradecía que su último recuerdo del año en Hogwarts fuera algo tan especial como eso.

Aunque no lo dijera en voz alta, Regulus también lo pensaba. Incluso si su momento feliz se vio interrumpido por la presencia de los merodeadores, no fue tan desagradable.

Hasta James pareció no-tan-desagradable en aquella interacción. Se tomó el tiempo de calentar sus manos al sentirlas frías, y eso quizás le ayudó a no enfermarse los primeros días de regreso a casa.

Al llegar a la mansión, toda chispa de alegría se apagó, como si al poner un pie en la entrada, un hechizo te arrebatara la felicidad. Era un requisito ser infeliz para ser un Black, o eso era lo que Sirius pensaba.

La dinámica se repitió, los hermanos apenas y se dirigían la palabra. En esta ocasión, Regulus recibía remedios casi a diario, y aunque le gustaba pensar que su madre los dejaba en el comedor, al lado de su plato, justo para él, sabía que eso era obra de Sirius o Narcissa.

—Habrá un baile en la mansión.

Todos en la mesa dejaron la comida en sus platos, para llevar su atención a Orion, quién soltó esa noticia sin antecedente.

—¿Un baile? —su voz sonaba disgustada, casi como si le hubiera costado sacar las palabras de su boca debido a la sorpresa.

—Andrómeda, deja terminar —Druella, la madre de las hermanas, lanzó una mirada desaprobatoria.

—Hemos mantenido muy alejados a Sirius y Arcturus. En las circunstancias actuales, creo que ya no presenta un problema tenerlos cerca.

Andrómeda llevó la mirada hacia sus hermanas, parecía suplicar en silencio, como si esperara que la defendieran, que alguien hiciera algo. Ante el silencio, volvió a ver a sus padres.

—Sí, el problema que no les importa, ni a ellos, ni a ustedes debería —se encogió de hombros, y antes de que pudiera llevar un bocado a sus labios, la mano de su madre golpeó con fuerza su mejilla, desconcertándola lo suficiente para soltar el tenedor antes de cubrir su rostro.

El resto en la mesa volvió a su desayuno, como si no hubiera pasado nada. La joven buscó con la mirada a sus hermanas otra vez, esperando ver al menos un pequeño gesto de preocupación en alguna de ellas, y no encontró nada. Narcissa bajó la mirada hacia su plato, temiendo que sus sentimientos le ganaran. Regulus bajó la mirada en cuanto se encontró con la suya. El único que la observaba era Sirius, congelado, sus incapaces manos temblaban de rabia al igual que sus labios, y también esperaba la interrupción de alguien más, pero eso nunca pasó.

—Un baile de invierno. Varias familias estarán aquí, está de más pedirles que se comporten como lo que son, ¿verdad? —su padre observó con detenimiento a su primogénito, como si pudiera matarlo con la mirada— Sirius, decidimos que resultará más fácil para la familia si acordamos tu compromiso, te pediré que uses ese pequeño pedazo de decencia que debes estar escondiendo muy bien en este baile. Y agradece que tu madre lo ha pedido. 

—Lo otro, Orión —Walburga dijo entre dientes, viéndolo con fastidio.

—Ah, la carta que íbamos a enviar en tu cumpleaños se extravió. No tuvimos tiempo de comprarte un regalo apropiado, esperamos que lo comprendas.

—¿Fue tu cumpleaños? —preguntó Bellatrix, entre risas— ¿Por qué no nos avisaste? Todos lo olvidamos.

—Deja de comportarte como una maldita perra, sabes bien cuando es su cumpleaños —Andrómeda golpeó la mesa al levantarse, observando a su hermana segundos antes de retirarse—. Son un asco. Todos ustedes.

𝐑𝐀𝐌É ↬𝐉𝐞𝐠𝐮𝐥𝐮𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora