01. Los hermanos Black

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Los oídos de Regulus iban a reventar si su hermano aumentaba un solo decibel su volumen. Sus manos cubrían sus orejas y no dejaba de repetir un "lalala" melódico, con intención de ignorar los gritos que provenían de tan solo centímetros a su lado, contando su increíble periodo en Hogwarts. Pasado apenas un minuto, el mayor soltó un último suspiro, antes de dejar caer su cabeza sobre las piernas extendidas del otro, quien instintivamente descubrió sus oídos.

—Por favor, déjame contarte como es todo.

—Quiero verlo por mí mismo, me arruinarás la sorpresa, Sirius.

—No hablamos todo este tiempo, necesito contarte muchas cosas.

—Hablamos por correspondencia —respondió, tan naturalmente desinteresado como era.

—Ni siquiera mantuvimos una conversación, solo señalaste mis faltas de ortografía.

—Ni siquiera escribías cosas interesantes. "James es chistoso, James intenta escribir poesía".

—Y es cazador en Quidditch.

—¿Y eso a mí qué?

Sirius gruñó, al sonar exactamente igual a un canino, recibió una mirada de disgusto por parte de su hermano, pero eso no le impidió continuar con su queja.

—Sé que Orión lee todas las cartas antes de que las recibas. Así no puedo contarte... Cosas de hombres.

—Nuestro padre es un hombre.

—¡Es una bestia!

—Shh.

—Déjame contarte y dejaré de molestar. Por favor —suplicó, remarcando la última 'r'—. Lo juro mucho, mucho.

—No.

Ambos hicieron un puchero al mismo tiempo, antes de echar a reír con coordinación.

Los Black no poseían un jardín en Grimmauld Place, pues la señora de la casa no era fanática de la naturaleza y los colores vivos. Para su suerte, esa tarde después de recoger a Sirius en la estación 9¾, ambos hermanos fueron encargados en la mansión, donde tenían un amplio campo para jugar. Si bien aquel jardín era hermoso, el verdadero color lo daban ese par de pequeños y las docenas de envolturas de todo dulce que Sirius habría podido comprar en el camino de regreso.

Era cierto que la personalidad e inocencia de Regulus habían ido oscureciendo como su apellido desde la partida de su hermano a Hogwarts, quedando bajo el cuidado de sus padres y sus ideales, y aunque muchas veces pudiera ser un niño caprichoso, mimado y grosero; Sirius conocía la otra cara.
Desde el año pasado temía que fueran contados los momentos en los que podía reír así con él, y sabía que las cosas cambiarían una vez que él entrara a Hogwarts y tuviera que dejarlo en casa por unos meses.

—Bien, solo quiero saber una cosa.

—Una cosa.

—La sala común de Slytherin... ¿Es tan genial como mencionó papá?

Por unos segundos, el único ruido que pudieron escuchar fue el de la brisa golpear las hojas del árbol que les daba sombra. Supo al instante que una mala noticia se aproximaba, cuando su hermano dejó su cómodo lugar sobre sus piernas para sacudir su uniforme.

—Tengo malas noticias, Reggie.

—No bromees.

—La sala común de Slytherin... —se preparó para hacer una pose heroica, alzando su pecho y manteniendo sus manos en su cadera, ofreciéndole una sonrisa confiada y descargando un entusiasmo extremo en sus palabras— ¡Es mejor de lo que puedes imaginar! Todo es tan brillante, acogedor, lujoso. La primera vez que entré-

𝐑𝐀𝐌É ↬𝐉𝐞𝐠𝐮𝐥𝐮𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora