XXIX. Pijamada

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La madre de Haerin miró a las cuatro niñas que estaban en la sala de estar con los juguetes de su hija. La mejor amiga de Haerin, Eunchae, había propuesto hacer una pijamada inmediatamente cuando aprendió esa palabra. Su hija tenía unos pequeños problemas para sociabilizar, los tuvo en el jardín y en la guardería, pero ahora en el colegio todo era distinto. Estaba feliz de que la madre de Eunchae se le acercara para sugerirle en el mismo colegio con ella, porque Eunchae era tan social que había logrado que su hija no tuviera ningún problema con hacer más amigas. 

Bahiyyih y Hyein eran las otras dos amigas y se veían tan felices jugando con las muñecas que ni le importaba que estaban desordenando todo. Espera acordase luego en agradecer a la madre de Eunchae por la idea. Le asustaba de que su hija no tuviera amigos. 

—¡No!—exclamó Hyein que estaba tan metida al papel que se levantó del suelo par apuntar a Bahiyyih—El señor botas es mi esposo. 

—¡El señor botas esta enamorado de mi muñeca!

La madre negó con la cabeza, recordaba muy poco que ella también tuvo peleas así con sus amigas del colegio, ya no le hablaba a ninguna y le dolió el corazón saber que así era la vida. Esas chicas no serían amigas de toda la vida de su hija. Agarró sus cosas y se fue a acostar a su habitación. Si la seguía viendo se iba a poner a llorar. 

—¡El señor botas es mi esposo! 

—Mi mamá dice que los hombres son inútiles—interrumpió Eunchae. 

—El señor botas no, es un príncipe—Hyein agarró el muñeco y se lo mostró a Eunchae—Es bonito. 

—Mi mamá dice que no hay excepciones, todos los hombres son caca—agarró sus dos muñecas—por eso no me compra muñecos de hombres. 

—Mi mamá tiene escondido los dulces allá arriba—Haerin apuntó el refrigerador y todos lo miraron—y compró más hace poco—susurró. 

—Vamos—dijo Hyein que se levantó y corrió hacia el lugar para así estirarse, aún era muy pequeña para eso—Misión fallida. 

—Yo puedo—Bahiyyih hizo lo mismo y también falló—¿No tienes algún hermano?—Haerin negó con la cabeza—Entonces no se puede negociar—cruzó los brazos. 

La cuatro se quedaron mirando la caja que se asomaba sobre el refrigerador. No sabían qué dulces tenían, pero lo querían. Haerin siempre llevaba cosas deliciosas al colegio por lo que confiaban fielmente en ella. Eunchae miró alrededor, Kazuha la hubiese ayudado.  

—¡Ya sé!—se agachó—súbete a mi espalda. 

—Okay—Hyein levantó un pie y luego se alejó—me da miedo. 

—Sí, es muy inseguro—Eunchae se levantó—¿Y una silla? 

—Eso es mucho más inteligente—dijo Bahiyyih y las cuatro fueron por una silla en el comedor. 

Era mucho más pesada que las del colegio. Era más grande. Hyein y Eunchae la agarraron, Eunchae se tambaleaba y las otras dos las guiaron entre susurros el cómo llegar. Cuando la dejaron en el suelo, Bahiyyih, al ser la más alta, se subió y agarró la caja. 

Misión cumplida. 

Agarraron un paquete de galletas y un mini queque. Con eso era suficiente para que la madre no las notaran y todas pudieran comer. Ante la adrenalina, las cuatro corrieron hacia el cuarto de Haerin, olvidando ocultar todo rastro de su crimen. Cerraron la puerta y se taparon la boca para que no las escucharan reír. 

(...) 

—Me aburro—dijo Eunchae luego de soltar su peluche. 

Una de las consecuencias de tener cuatro madres era que cada una la mantenía tan entretenida con sus cosas que ella no soportaba hacer una sola cosa por mucho tiempo. Las consecuencias de tener cuatro madres que se peleaban por su atención.

Las Madres De Eunchae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora