Capítulo 12

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Al salir del instituto, me sentí un poco agobiado. Era jueves por la tarde, a finales de octubre, y debía ir a mi primera sesión de rehabilitación en el NorthBay Medical Center; aunque no me apetecía nada. Debido a la Ley de Murphy, el fisioterapeuta me había programado inicialmente para todos los viernes, pero yo me negué con absoluta rotundidad. No podía faltar a mi carísima clase de repaso, que me iba a costar la friolera de cuarenta dólares la hora.

Durante mis vacaciones en Florida, dediqué mucho tiempo y esfuerzo para ahorrar ese dinero. Mi padre, firme creyente en que el carácter de una persona se forja a través de obligaciones, principios y trabajo duro, me "animó" a ayudar a mi tío en su negocio. Deslomarme nueve horas en un taller mecánico, me hizo comprender el auténtico valor del dinero y lo mucho que cuesta ganarlo. ¿Lo peor de todo? Pues que pretendía regalarle a mi novia un viaje inolvidable, irnos los dos solos a un hotel, cerca de la playa y de algún parque de atracciones. ¡Menudo pagafantas estaba hecho!

Por eso, cuando pagué mis clases de repaso por primera vez, me dio un poco de vértigo. La venganza me iba a salir muy cara. Además, a lo largo de la lección fui un alumno modelo, me porté muy bien, no intenté seducir a April, ¡lo juro! Fueron dos horas intensas de estudio, donde únicamente me concentré en las materias. Tenía un maquiavélico plan en mente, pero también necesitaba mejorar mis notas.

—Lo prometido es deuda —comenté al finalizar la clase, cuando llegó el incómodo momento de pagar—. Ochenta dólares contantes y sonantes.

April dudó unos segundos antes de tomar el sobre blanco que le estaba ofreciendo.

—Me siento como una estafadora. —Sus delicados dedos abrieron la solapa del cierre y extrajeron del interior dos billetes de veinte—. Toma, esto es tuyo. No me parece correcto que me pagues tanto por dos horas de repaso.

—De acuerdo. Aceptaré el dinero, pero con una condición: usaremos estos cuarenta dólares para algo que ambos podamos disfrutar. Quizás, salir una noche al cine o ir a cenar a alguna parte. —Ella frunció el ceño y me miró con desconfianza—. Solo en plan de amigos, para no olvidarme de tu cara en el futuro.

—¡Qué graciosillo eres! —April puso los ojos en blanco y soltó un resoplido, apartándose el flequillo del rostro—. ¿Cine o cena? Hum... ¿Sabes que estoy a dieta? Si me invitas a un restaurante te voy a salir muy barata. Solo bebo licuados a partir de las seis de la tarde. Y si vamos a ver una película, deberá ser lo suficientemente buena para capturar mi atención o puedo convertirme en el monstruo de las palomitas, y atacar a unos cuantos espectadores por culpa del olor de la mantequilla. No puedo evitarlo, si hay comida a partir de la media noche me vuelvo una especie de gremlin.

—No te tengo miedo —respondí con una sonrisa—. Es más, pienso comprarme un combo de palomitas y refresco extragrande, solo para ver tu metamorfosis.

Guiñándole un ojo, tomé los dos billetes. Al tocarnos, se sonrojó levemente y eso me gustó. La forma en que me miraba me hacía desear acercarme más a ella para hacerle pasar un mal rato.

—Nos vemos la semana que viene. —April se apresuró a guardar el sobre dentro de su mochila, como si estuviera deseando irse de mi casa.

—Muchas gracias por la lección de hoy —dije con voz ronca, plantándole un inesperado beso de despedida en la mejilla. Ella se sobresaltó—. Perdona, ha sido un impulso, solo quería agradecerte por tu generosidad. Nos vemos el lunes en clase.

Sonreí como un tonto al recordar su cara avergonzada, mientras me dirigía hacia el aparcamiento del instituto. Había quedado con mi futura exnovia para que me acercara al hospital. Ese día mi padre tenía una reunión importante y mi madre no había podido cambiar el turno con ninguna compañera de trabajo.

LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora