Ese día no me apetecía mucho ir a rehabilitación, pues mis padres seguían muy enfadados conmigo debido a la fiesta ilegal, así que apenas me hablaban. Incluso me habían prohibido cualquier tipo de vida social durante el próximo mes. Afortunadamente, me iban a permitir continuar con mis clases de repaso.
Tras aparcar mi moto, me quité el casco y lo guardé en el baúl. Todavía me faltaba un buen trecho para llegar a la puerta principal del NorthBay Medical Center, cuando vi entrar a toda prisa a April Storm. Una abultada mochila colgaba de sus hombros y su rostro brillaba lleno de genuina felicidad. La reconocí casi de inmediato, con su cabello teñido de negro al viento y ese andar sereno que contrastaba con el bullicio del lugar. Ella ni siquiera reparó en mi presencia.
Por un segundo se me ocurrió levantar una mano para llamar su atención, aunque al final no lo hice. Mi curiosidad fue más grande y decidí seguirla a cierta distancia, camuflándome entre la gente. Me sentía un poco ridículo, como si volviera a ser un niño jugando a Sherlock Holmes. En cualquier caso, la curiosidad me estaba matando. Necesitaba saber qué estaba haciendo April en el hospital.
—¡Cuánto me alegro de verte, hermosa! —exclamó una enfermera de mediana edad, dejando atrás la recepción con una sonrisa que iluminaba la sala—. ¡Ya está aquí la alegría de la huerta!
—¿Cómo va la cosa hoy? —Vi el rostro de April reflejado en un cristal, dedicándole una cálida sonrisa a la mujer.
—No sé qué decirte, la verdad. Es un día complicado. Teddy no se quiere levantar y el anciano de la puerta diecisiete ha vuelto a montar en cólera.
Mientras observaba a mi compañera de instituto conversar con la enfermera, me sorprendió la naturalidad con la que se desenvolvía. Sus gestos reflejaban cierta complicidad y confianza entre ellas.
—¿El señor Friedman ha vuelto a hacer de las suyas? —Mi compañera de clase se recogió el pelo en una coleta baja.
—Ay, querida, ya lo conoces. Hoy está más irascible que nunca, no para de llamar a su mujer y ha exigido en cinco ocasiones hablar con el director del hospital. —La enfermera soltó un largo suspiro—. Nos ha mantenido bastante ocupados.
Me parecía sorprendente que una adolescente se relacionara de una forma tan cercana con una enfermera. ¿Qué haría en NorthBay Medical Center? ¿Iría a visitar a un familiar o quizás ella misma tenía algún problema de salud?
—Lo imagino. Siempre que pierde su equipo se pone de muy mal humor —aseguró mi compañera de instituto, despidiéndose de la mujer vestida de blanco.
Intrigado, decidí seguirla de forma discreta. Las preguntas continuaban bullendo en mi cabeza al moverme entre la gente, tratando de pasar desapercibido, a pesar de mi metro noventa de altura. April no se comportaba como un paciente, sino como alguien involucrado en la vida del centro médico. ¿Quizás trabajaba como voluntaria?
Un joven doctor se acercó a mi compañera de instituto con una sonrisa amable mientras ella esperaba delante del ascensor.
—¿Cómo estás hoy, guapísima?
—Voy a contrarreloj para variar. ¿Y usted cómo anda? —April se recolocó la pesada mochila en los hombros en busca de algo de comodidad.
—Tengo sueño y me han atropellado el pie derecho con una silla de ruedas. Por cierto, cuando termines pásate por mi consulta que te debo un café con leche. —El hombre se guardó un bolígrafo en el bolsillo superior de su bata, mostrando una media sonrisa.
—¡Lo sabía! ¡Se lo dije! He ganado la apuesta. —Ella dio varios saltos llena de felicidad. Su actitud no se parecía en nada a la chica gris y con cara impasible que conocía del instituto—. También me debe un pastelito.
ESTÁS LEYENDO
LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·
Подростковая литератураBrad Owens es el eterno segundón. A pesar de ser alto, guapo, carismático e inteligente, nunca ha conseguido destacar por encima de Oliver Sullivan, su mejor amigo, el popular quarterback del equipo de fútbol de la preparatoria Saint Therese of Lisi...