Capítulo 30

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Me dejé caer en los penúltimos asientos del autobús escolar junto a Maddison, quien estaba más cariñosa de lo normal. Sonreí con fingida cortesía cuando ella posó su mano fría sobre la mía, poco antes de que emprendiéramos la marcha.

—Tengo la sensación de que hoy va a ser un gran día —comentó llena de felicidad.

Yo asentí con la cabeza, más rígido que una tabla, recordándome que mi objetivo era seducirla, no apartarla de mi lado. Aunque habíamos alcanzado una especie de normalidad en nuestra relación, aún sentía picos de rabia, frustración y dolor. Fingir que todo andaba a las mil maravillas se había vuelto una máscara de hierro tan pesada como sofocante. Si bien me esforzaba por mantener la compostura, la amargura y el resentimiento no dejaban espacio para nada más. Algunos podrían pensar que todo aquello parecía insano, pero era lo único que me quedaba. Necesitaba seguir luchando en busca de venganza o tenía la impresión de que moriría de pena. Además, estaba cansado de ocupar el puesto del eterno segundón, alguien que nunca sería suficiente para los demás.

Estirar mis largas piernas en aquel reducido espacio era incómodo. Ocupaba un asiento junto al pasillo central, al lado de April y Oliver. Ella, con sus cascos grandes, escuchaba música, evitando cualquier contacto visual con el imbécil de mi amigo, quien no dejaba de mirarla con una mezcla de interés y malicia. Esa mañana estaba particularmente bonita, vistiendo una camiseta de rayas blancas y rojas. No recordaba haberla visto con ningún otro color diferente al negro o al gris durante aquellos años.

Mis ojos también la buscaban de manera disimulada. Su indiferencia hacia ese idiota me deleitaba; sobre todo, al ver la frustración que su desinterés causaba en él. Conocía muy bien esa actitud de galán barato de telenovela. En más de una ocasión lo había visto utilizar sucias estrategias para seducir a alguna incauta. Era un maestro en el arte de la manipulación, sabiendo exactamente qué decir y cuando sonreír para ganarse la confianza y el interés de cualquier chica que se cruzara en su camino. Empleaba su atractivo como un encantador de serpientes, junto a unos halagos falsos y calculados, siempre con el mismo propósito: pasar un buen rato sin complicaciones u obligaciones de ningún tipo.

Recuerdo especialmente una ocasión en la que durante tres semanas se dedicó a seducir a Rowena Davies, una chica tímida y muy guapa. Cuanto esfuerzo había invertido para obtener su confianza, solo para acabar abandonándola cuando ella le declaró sus sentimientos. Lo más cerca que había estado de comprometerse con alguien era con Isabella, pero tampoco le era fiel. Oliver decía que era un alma libre y que no se iba a dejar atrapar por nadie.

Siempre justifiqué su forma de ser debido a aquel lamentable incidente que le sucedió durante un campamento de verano, tres años atrás, cuando todavía éramos adolescentes inocentes e inexpertos. Ahora lo veía diferente, había pasado por alto aquellas banderas rojas, negándome a ver la realidad.

De repente, mi novia me sopló en la oreja devolviéndome al presente. El vello de mi nuca se erizó.

—Un centavo por tus pensamientos —murmuró con tono ronco, dándome un mordisquito en el lóbulo de la oreja de manera juguetona.

—Me duele mucho la cabeza, estoy cansado y me gustaría no haber tenido que madrugar. —Sonreí, tratando de parecer convincente, mientras me apartaba un poco. No quería que April me viera en una actitud tan cariñosa con ella.

Chloe, quien iba detrás de nosotros, sacó la cabeza entre los asientos con el ceño fruncido y soltó un fuerte resoplido; se notaba que estaba molesta y celosa.

—Acabamos de salir y ya me está doliendo el trasero. —Al apoyarse en el respaldo, sus dedos rozaron mis hombros "accidentalmente".

Apreté los dientes, procurando mantener la calma.

LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora