El sábado, 30 de marzo, lo primero que hice al abrir los ojos fue revisar mi teléfono para ver si April me había escrito. Por desgracia, solo había recibido un par de mensajes de texto de mi novia.
Maddison: ¡Felicidades, bebé!
A continuación había varios GIF tan coloridos como festivos.
Maddison: Eligiendo el outfit que me convine con la camiseta para ir mañana al concierto de The Weeknd.
También me había enviado un par de fotos con distinta ropa, incluso una donde solo llevaba unas bragas de encaje de color rosa y la camiseta negra donde se leía la frase: «Agüita salá».
Maddison: Nos vemos al rato.
También tenía un aluvión de mensajes de voz, memes, emojis y textos escritos por Chloe. Ni siquiera me esforcé en leerlos, salí de la aplicación y me cubrí la cara con el antebrazo, soltando un largo suspiro de derrota.
La había cagado con April, y no sabía qué hacer o qué decir para repararlo. Desganado, me puse a navegar por internet, mirando perfiles de humor. Entre medio de los shorts, me llamó la atención una noticia sobre Fairfield. «California Forever" era un proyecto muy controvertido, impulsado por millonarios del sector de la tecnología que deseaban construir una nueva ciudad en el condado de Solano. Esa iniciativa había generado una polémica local, pues consumiría muchos recursos naturales, como el agua. Además, afectaba a la seguridad nacional debido a su proximidad con la base Aérea de Travis, una instalación militar estratégica para defensa.
—Va siendo hora de levantarme —dije en voz alta con apatía, incorporándome en la cama.
Aunque era el día de mi cumpleaños, mi ánimo estaba por los suelos. En mi cabeza no había espacio para fiestas, regalos o pasteles, solo cabía un único deseo: recibir un mensaje de April.
Llevaba días sin verla, solo nos cruzábamos por el pasillo y se había negado a ir al cuarto de las calderas varias veces, incluso cuando se lo había pedido utilizando notitas de papel, pues no respondía a mis llamadas o mensajes. Su mutismo había generado en mí una sensación de angustia y derrota, quitándome la alegría de vivir. Mi madre estaba muy preocupada por mi apatía, mientras que mi padre decía que seguramente daría otro estirón y terminaría alcanzando los dos metros de altura.
Durante toda esa semana, April ni siquiera me había entregado sus regalitos diarios. No podía dejar de pensar en ese asunto. Le daba vueltas a todo una y otra vez, una y otra vez, buscando la manera de solucionarlo. Tomé de nuevo mi teléfono y decidí escribirle algunos mensajes.
Brad: Buenos días, April.
Puse los ojos en blanco, antes de borrar el saludo. ¿Quizás estaba siendo demasiado casual? ¿Demasiado formal? Lo medité un rato, y volví a empezar.
Brad: ¿Podemos vernos hoy?
De nuevo le oprimí la tecla de suprimir. Nada sonaba bien, nada sonaba a lo que yo quería decir realmente. ¿Sería mejor si le enviaba una foto divertida? ¿O mejor una bromita para romper el hielo? ¿O una disculpa? Maldita sea, ni siquiera sabía cómo acercarme a ella sin sentirme patético.
Brad: ¿De verdad no vas a felicitarme por mi cumpleaños? ¿Tanto daño te he hecho?
Contemplé las dos preguntas, detectando la manipulación en ellas. «Qué asco das», pensé, consciente de que había interiorizado y normalizado esa conducta insana hasta un punto alarmante. Sin querer, concentrado en mis cavilaciones como estaba, apreté el icono de enviar.
—¡Mierda! —Con auténtico frenesí seleccioné el texto para borrarlo, pero de repente, justo debajo, apareció la palabra leído al lado de la hora. Mi corazón dio un vuelco, al borde del infarto.
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LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·
Teen FictionBrad Owens es el eterno segundón. A pesar de ser alto, guapo, carismático e inteligente, nunca ha conseguido destacar por encima de Oliver Sullivan, su mejor amigo, el popular quarterback del equipo de fútbol de la preparatoria Saint Therese of Lisi...