El aire primaveral llevaba los aromas de la vegetación, mientras la moto de Brad avanzaba por una carretera tan rústica como llena de socavones. Era viernes, a finales de marzo, y los dos nos dirigíamos hacia la bahía de Grizzly, un emplazamiento situado a media hora de Fairfield.
—Before you met me, I was alright. But things were kinda heavy, you brought me to life. Now every February, you'll be my Valentine, Valentine. Let's go all the way tonight. No regrets, just love. We can dance, until we die. You and I, will be young forever. —Iba canturreando una canción de Katy Perry, sin que me importara empañar la visera de mi casco—. You make me feel like I'm livin' a teenage dream. The way you turn me on, I can't sleep.
Esa tarde yo estaba particularmente relajada y feliz, incluso me atrevería a decir que me sentía muy optimista. Por fin habían dado con los cuatro energúmenos que se propasaron conmigo durante la excursión al museo viviente. La policía se había presentado en el instituto sobre las diez de la mañana para identificar al único sospechoso que fue grabado por las cámaras de seguridad. Tras el interrogatorio y la posterior confesión del estudiante, un chaval de segundo grado que ansiaba entrar como utillero en el equipo de fútbol, sus tres compinches se habían entregado por voluntad propia. El grupito al completo había confesado que seguían órdenes de otra persona, y que todos habían actuado de esa manera más o menos por los mismos motivos.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que la mente detrás de todo aquel maquiavélico plan era Chase Braddock. Aunque él no había formado parte activa de la "broma", la idea había sido una sugerencia suya, algo que debían hacer los estudiantes para ganarse el aprecio de los jugadores de último año. Según dijeron los implicados, era una forma de vengarse de mí por publicar supuestas fake news en el periódico del instituto sobre el equipo de fútbol, como el artículo que había coescrito junto a Grace el curso pasado o, el más reciente, sobre lo ocurrido durante la noche de Halloween. Obviamente, aseguraron a la policía que no pretendían hacerme daño, solo asustarme un poco...
La moto se detuvo en un lugar casi desierto, al final de un camino mal pavimentado. No había absolutamente nadie a nuestro alrededor, y las últimas casitas habían quedado atrás hacía mucho rato; ese era mi regalo número veintitrés.
—¿Qué hacemos aquí? Estamos literalmente en medio de ninguna parte —comentó Brad, mirando alrededor. Solo había agua y vegetación.
—Deberás tener un poco de paciencia y esperar un ratito —afirmé, antes de entregarle el casco y recogerme el cabello en una coleta.
—¿Por qué nunca te lo dejas suelto? —La pregunta me tomó por sorpresa.
—Tengo pelo de rata y está muy maltratado por el tinte.
—No es verdad. —Sus dedos acariciaron un mechón que estaba suelto, flotando al viento.
Arrugué la nariz, enarcando una ceja, como si no terminara de creerme su cumplido.
—Aún falta media hora, así que voy a ponerme a hacer fotos como una loca. ¿Te importaría convertirte en mi modelo por un día? —rogué, juntando las manos en una súplica y poniendo un gesto cuqui para ganarme su corazón.
Él sonrió, rascándose la cabeza, medio desconcertado.
—Normalmente, soy yo quien lleva la cámara a cuestas y hace las fotos. Casi nunca salgo en ellas, siempre estoy al otro lado de la cámara con Mad... —dejó de hablar abruptamente, al darse cuenta de que estaba a punto de mencionar ese nombre prohibido entre nosotros, perteneciente a la reina del egocentrismo, cuya necesidad de llamar la atención no conocía límites. Lo había visto muchas veces haciendo de novio trípode, tomando fotos solo para complacerla.
ESTÁS LEYENDO
LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·
Teen FictionBrad Owens es el eterno segundón. A pesar de ser alto, guapo, carismático e inteligente, nunca ha conseguido destacar por encima de Oliver Sullivan, su mejor amigo, el popular quarterback del equipo de fútbol de la preparatoria Saint Therese of Lisi...