Capítulo 2

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—¡Venga, Brad, hijo, mueve esos pies!

Mientras corríamos tras el balón, cada segundo se me antojaba como una eternidad. La hierba mojada crujía bajo las suelas de mis deportivas, el sonido de los hinchas mezclándose con el retumbar de mi corazón. Mi padre, en las gradas, me animaba como un verdadero hooligan. Sus gritos, cargados de expectativas no cumplidas, resonaban en mis oídos como un recordatorio constante de mis fracasos. Sentía sus gritos igual que una presión constante y dolorosa. No solo competía contra el equipo contrario, sino también contra la sombra de mi hermano mayor, Jack. Él había sido una estrella del Saint Therese of Lisieux, el quarterback del equipo, y mi padre no dejaba de compararnos, mucho más desde que hacía unos cuantos años se graduó en medicina. Me esforzaba por concentrarme en el balón, pero los recuerdos de Jack logrando sus becas y rechazando ofertas profesionales me distraían. ¿Podría yo alguna vez estar a la altura? Entretanto esquivaba a un defensa del equipo contrario, la voz del entrenador me devolvió al presente.

—¡Vete a por el balón, Owens Junior! ¡Vamos, no te duermas en los laureles!

El olor de la hierba mojada llenaba mis fosas nasales mientras avanzaba junto a mis compañeros. Todo el mundo me comparaba con Jack. Profesores, compañeros de instituto, vecinos y hasta mis padres, siempre recordándome lo mucho que nos parecíamos en todo. Adoraba a mi hermano, pero esos "halagos" constantes me hacían sentir como una copia barata de alguien casi perfecto. Y eso me destrozaba por dentro.

Me pasé la mayor parte de mi infancia esforzándome por destacar siendo yo mismo, aunque por regla general tenía la sensación de no estar a la altura de las expectativas de los demás, ni siquiera de las mías.

Mientras corría por el campo, los recuerdos de las comparaciones con Jack seguían taladrando mi mente. Respiré hondo e hice un esfuerzo titánico para concentrarme en lo que realmente importaba.

—¡Los defensas debéis mantener protegida la línea! No dejéis pasar a nadie, ¿entendido? —El entrenador casi se desgañitó para dejarse oír entre la multitud—. ¡Owens, enfócate en el juego! ¡Tu hermano jamás cometería errores tan estúpidos!

Incluso en ese instante, mientras asentía con la cabeza, esa puta voz no dejaba de susurrarme que nunca mejoraría mi desempeño, que jamás dejaría de ser visto como "el hermano de Jack".

El partido estaba llegando a su recta final, con el marcador empatado; faltaban apenas unos minutos. Durante el calentamiento, el entrenador ya me había echado la bronca varias veces por mi falta de concentración. La tensión a mi alrededor era palpable, pero la verdadera tormenta estaba en mi cabeza. Miré a las gradas y vi a Maddie, mi novia desde hacía casi tres años. Su mirada fría me recordaba que algo estaba mal, muy mal. Intenté enfocarme en el juego. Oliver, mi mejor amigo, me lanzó una mirada de advertencia:

—¡Concéntrate, Bro'!"

Levanté el dedo pulgar, decidido a dejar de lado mis problemas. Maddie me daba la espalda, y yo sentí que a mi corazón lo estrangulaba un nudo de angustia. No era solo por el partido, sino por la creciente distancia entre nosotros. Su indiferencia era como un cuchillo, clavándose cada vez más profundo con cada gesto de desdén. En el campo de fútbol, los defensas no dejaban de moverse, pero mi mente estaba en otro lugar, atrapada en el malestar y las dudas. Ajusté mi posición, tratando de concentrarme, pero el vacío en mi pecho solo aumentaba.

—¡Vamos, a por ellos! —grité a mis compañeros, tratando de silenciar mis pensamientos con acciones.

Algunas cheerleaders se arremolinaron alrededor de mi novia, como si intentaran convencerla de algo. Vi las dudas en su rostro, pero continuó ignorándome olímpicamente. El mundo entero sabía que ella era mi talismán de la buena suerte.

LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora