Aquel sábado me desperté muy temprano, con la cabeza en las nubes debido a lo sucedido durante la pasada tarde. Me había tirado la mayor parte de la clase de repaso del viernes anterior bromeando y tonteando con April. Realmente, me había comportado como un crío travieso que busca atención con desesperación. Ella me siguió el juego en un par de ocasiones, aunque continuamente me estaba regañando para que me concentrara en lo que estábamos haciendo. La lección terminó con sus brazos alrededor de mi cuello, mientras yo la besaba sobre la mesa del comedor.
—No creo que esto sea muy profesional por mi parte, señor Owens —susurró contra mis labios, sonriendo con malicia.
—Hum... —respondí, dándole otro apasionado beso—. Estamos solos y mis padres no llegarán hasta dentro de dos horas.
—Aja...
—¿Quiere subir a mi habitación, señorita Storm? —Mi oferta no fue precisamente velada.
—Ni en sus mejores sueños, señor Owens. —April me dio un rápido beso en los labios, antes de bajarse de la mesa, donde había estado sentada hasta ese momento—. Dicen que lo bueno se hace esperar, y usted deberá aprender a tener mucha paciencia conmigo.
—¡Qué cruel eres! —Agaché la cabeza, poniendo carita de cachorro castigado.
—Pobechito' —sonrió, dándome un besito en la punta de la nariz.
—Sabes que te quiero. —La tomé por la cintura para darle otro beso arrebatador.
April se tensó al escuchar mis palabras. Quizás no había sido lo suficientemente convincente, así que le acaricié la cara con ternura, esperando causar el efecto deseado. Le había declarado mis "supuestos" sentimientos varias veces, pero por algún motivo ella permanecía callada.
Qué irónico pensar que ahí estaba yo, seguro de mí mismo y de mi atractivo sexual, intentando sacarle una confesión que ni siquiera estaba seguro de querer escuchar. Para mí decir "te quiero" ya no significaba nada. Eran dos palabras sin valor alguno, un arma en mi juego de manipulación; Maddison y Oliver me habían robado hasta eso.
Mi compañera de clase, con sus ojos brillantes y confiados, se había convertido en una pieza más en el tablero. Claro que me atraía, incluso me gustaba un poquito, aunque no quisiera reconocerlo, pero ¿estar enamorado de ella? ¡Ja!, ni de broma, imposible. Nunca volvería a caer en esa trampa. Aquello no era amor, no podía serlo. Mi corazón ya había sido sacrificado en el altar de la traición, asesinado de la manera más mezquina, por dos personas en quienes confiaba. Y, como es bien sabido por todo el mundo, un muerto no puede volver a la vida.
«Pero te molesta verla cerca de Oliver, y cada vez que CaliPartyGuy18 recibe un mensaje suyo, te pones de un humor de perros», me susurró aquella voz insoportable, cuya misión en la vida era hacerme dudar de mí mismo. «Claro que me molesta, pero por amor propio, porque no estoy dispuesto a compartirla con nadie», le respondí en mi cabeza, apretando los dientes.
April iba a ser mía de todas las formas imaginables. La mera idea de que Oliver la sedujera me causaba una rabia que era incapaz de gestionar. No acababa de comprender de donde nacía ese sentimiento tan feroz. Tal vez, todo se debía a la necesidad de controlar la situación o de demostrarme a mí mismo que tenía el poder de hacer que alguien se enamorara ciegamente de mí, sin yo corresponderle; dejando de ser aquel que ama más en una relación.
—He dicho que te quiero —insistí junto a su oído, causando que ella me empujara de manera delicada para alejarme de su cuerpo.
—¡Mira la hora qué es! Tengo que irme a casa o me va a caer una bronca por llegar tarde. —Sus ojos muy abiertos observaban el reloj que colgaba en la pared del comedor, intentando que nuestras miradas no se cruzaran.
ESTÁS LEYENDO
LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·
Teen FictionBrad Owens es el eterno segundón. A pesar de ser alto, guapo, carismático e inteligente, nunca ha conseguido destacar por encima de Oliver Sullivan, su mejor amigo, el popular quarterback del equipo de fútbol de la preparatoria Saint Therese of Lisi...