Capítulo 29

313 41 3
                                    

La oscuridad envolvía todo. Un susurro apenas perceptible rompía el silencio, llamándome desde algún rincón indescifrable de mi mente.

—April... April...

Estaba sola en medio de un paisaje tenebroso e inquietantemente turbio. No había contornos o formas que delimitaran los espacios, excepto siluetas que se deslizaban como anguilas por el agua. El olor intenso de un perfume se pegaba a mi piel junto a un frío glacial, provocándome escalofríos. Cuando quise moverme, no fui capaz.

—¿Cali? —pregunté sin poder hablar, buscando con desesperación a mi enigmático amigo.

El opresivo ambiente se estaba volviendo irrespirable, a la vez que la neblina se tornaba más espesa. Una figura masculina sin rostro apareció entre la bruma, tan difuminada como un reflejo en un espejo empañado. Mi corazón latía desbocado, ensordeciendo mis oídos.

—¿Cali, eres tú? —Mi voz era apenas una frecuencia inaudible que se perdía en el viento. El hombre sin rostro no respondió. Me esforcé por intentar alcanzarlo, pero jamás conseguía llegar hasta él; era como un espejismo en el desierto. Sentía una urgencia inexplicable por tocarlo, por saber quién era; si era real o solo otro producto de mi imaginación.

Sin previo aviso, aquella figura se materializó frente a mí. Alcé mis temblorosos dedos para explorar ese rostro difuso, que mis ojos eran incapaces de ver. Él se inclinó, y me besó. Sus labios eran fríos y ajenos, pero algo en mi interior explotó sin previo aviso, una alegría que desterró las sombras. De pronto, me encontraba entre los brazos de Brad.

El cambio fue tan abrupto que mi mente tardó unos segundos en procesarlo. Aunque era él, sin lugar a dudas. Reconocí su encantadora sonrisa tan rápido como esos ojos de un marrón verdoso que me quitaban la respiración. Su abrazo era cálido, casi reconfortante. Me fui relajando lentamente. Por un breve instante, todo parecía estar bien, en calma. Esa agradable sensación se desvaneció de súbito cuando una duda surgió de la nada.

—¿Qué está pasando? ¿Dónde está Cali? —Aunque hablaba, mi boca continuaba sin emitir ningún sonido.

Sus brazos me soltaron en medio de aquel vacío, y tuve la intensa sensación de estar cayendo sin ningún tipo de protección. La negrura sustituyó a la luz, y Brad desapareció en la distancia.

Abrí los ojos de golpe, con la fuerte sensación de que acababa de aterrizar en el colchón. El sudor empapaba mi rostro, y sentía un malestar generalizado. ¿Tal vez había pillado un constipado?

Al incorporarme sobre el antebrazo izquierdo, me percaté de algo: el olor a colonia que había percibido durante el sueño, se debía a un frasco de perfume que se había derramado sobre mi almohada. Seguramente, le había arreado algún manotazo sin querer mientras dormía. Contemplé mi mesita de noche atestada de cosas inútiles, no como la de mi hermana, que estaba limpia y despejada.

«¡Jesucristo! Mamá tiene razón cuando afirma que mi desorden la va a volver loca», pensé, poniendo los ojos en blanco y prometiéndome a mí misma que me esforzaría por ser organizada y pulcra.

Algo más espabilada, agarré el teléfono y desbloqueé la pantalla para saber la hora. Faltaba un minuto para que dieran las seis de la mañana. Después de sentarme en la cama con las piernas cruzadas, al estilo meditación, me desperecé y solté un gran bostezo. Recordé varias imágenes fugaces de la pesadilla y traté de retenerlas. Sin embargo, todo se volvió difuso a medida que iban regresando mis cinco sentidos.

—Uf, no tengo ni pizca de sueño ahora —me dije a mí misma, apartando el edredón y deslizándome fuera de la cama.

Al notar lo frío que estaba el suelo, moví los dedos de los pies, entretanto mi mente terminaba de despejarse. Me sorprendió ver que Lucy no estaba en nuestro dormitorio. Procurando no hacer mucho ruido, salí al comedor donde mi madre dormía en el sofá-cama, que ocupaba gran parte del espacio. Su delgado cuerpo estaba hecho un ovillo, arrebujado bajo el edredón. «La pobre debe tener frío. No se le ve ni la cabeza», pensé llena de cariño y preocupación, agarrando la mantita que siempre usábamos para nuestras noches de pelis. La arropé con cuidado, procurando no despertarla.

LA CHICA DE LOS VIERNES ·ϿʘϾ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora