Capítulo 5 | Conociéndolo

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Con una mano sostenía mi arco y con la otra sostenía mis costillas; no sabía si estaban rotas, pero dolía como mil rayos

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Con una mano sostenía mi arco y con la otra sostenía mis costillas; no sabía si estaban rotas, pero dolía como mil rayos.

Caminé por el pueblo, siempre evitando que alguien me viera. Me costó mucho, pero llegué a casa; pasé la puerta y al cerrarla me recargué en ella. Respiraba más tranquila y me concentraba en calmarme "Ya estoy en casa, ya nada malo puede pasar."

- ¡Merida! –

"Ay no..."

- Hiro... -

- ¡Tadashi! ¡Rapunzel! ¡Merida está herida! –

- ... no grites. –

Quise decirle, pero fue tarde. Se quedó pasmado en las escaleras, tuvo miedo al verme mal. Los pasos de los demás se escucharon, bajaron por la escalera rápido y me vieron.

- ¡Por dios, Merida! –

Gritó Tadashi. Él y Rapunzel se acercaron rápido a mí.

- Relájense... estoy mejor de lo que me veo. –

Traté de reír, pero terminé por caer al suelo, mis piernas ya no resistieron más después de tanto caminar.

- ¡Merida! –

- Tadashi, llévala a su cuarto, tomaré unas cosas de la cocina y subiré. –

Tad solo asintió; no pidió permiso, colocó sus brazos por debajo de mí y me cargó. No pude evitar ver la cara de Hiro, estaba muy asustado y quería llorar.

- Hiro... Tad, dile a Hiro que... -

- Hiro, ve a tu cuarto. –

- Pero... pero, Mer... -

- Ella va a estar bien. Ve a tu cuarto ahora. –

Me vio una última vez y le sonreí. Así que asintió y se fue.

Cuando Tadashi me colocó en mi cama no creí que fuera a doler, pero al parecer estaba más lastimada de lo que pensaba. Quitó sus manos con cuidado y solo me observó; apretaba sus puños y sus ojos recorrían todo mi cuerpo. No sabía que es lo que Rapunzel buscaría ni cuanto tardaría en subir, pero no si no llegaba pronto Tadashi podría explotar, sus ojos ya estaban cambiando de color y su dragón peleaba por el control.

- Tadashi... -

Le hablé, trataría de distraerlo y que se calmara.

- ... ¿Me ayudas a quitarme los zapatos? –

Relajó las manos y comenzó a deshacer mis agujetas, Me quitó los zapatos, luego los calcetines. Estaba mejor; se acercó a mí, quitó los paliacates de mi rostro y mi cabello también lo soltó. Me sentí más relajada. Comencé a desabrochar mi camisa, quería quitármela, pero mis dedos se atoraban, las manos no me respondían muy bien.

Sangre MestizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora