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— No deberías estar caminando en este estado, déjame llevarte a tu casa, puedo llevarte en mi auto —

          Al contrario de lo que Luther hubiera imaginado, Aponia inmediatamente se rehusó ante la propuesta del hombre, negando con la cabeza.

— No no, ¿cómo crees eso? Estoy en perfectas condiciones, Luther, ya te lo había dicho — Su rostro mostraba tanta pena que se ponía roja como un tomate. — Puedo caminar a mi casa, el trayecto no es tan lejos... siempre lo he hecho, no quiero molestarte. No, que pena —

          Se disculpó por rechazarlo, dándose la vuelta nuevamente para alejarse. Luther sabía muy bien que las piernas de Aponia no iban a aguantar, por más que estuviera descansando a cada rato, en algún momento no podría caminar más, se le haría de noche o alguien más podía ofrecerse a llevarla.


          No creía nada de lo que Aponia le decía, ¿ella podía irse sola a su casa? Era más fácil decirle que lo odiaba en lugar de mentirle de forma tan estúpida, como si se lo fuera a creer. Sentía todo el cuerpo llenándose de calor y de una tensión que no soportaba, tan sólo imaginársela con alguien más, o tirada en el suelo a merced de cualquiera menos de él era tan... tan... insoportable. Seguirla no era la mejor opción, pues si colapsaba y él iba a su rescate de inmediato, ella podía descubrir que la estaba espiando. Pero tampoco iba a permitir que alguien más la ayudara.


          El agarre en el brazo de la rubia se hizo más fuerte, atrayéndola hacia el cuerpo del hombre para que no se alejara de él. Esa fémina detuvo su andar, sintiendo su cuerpo casi que, jalado hacia el hombre, como si fuera una persecución entre hermanos o pareja.

— Aponia, escúchame — Rogó por la atención de la rubia.

— ¿Qué pasa? —

— No lograrás llegar a tu casa en tu condición, deja de ser tan orgullosa — Acercó la muñeca por la que la tenía sujeta a él, casi como si buscara su abrazo. — Si sigues ignorándome, te voy a obligar a aceptar mi ayuda —

          El tono de preocupación de Luther rápidamente se volvió a uno estricto, bastante serio, que estaba consciente de las consecuencias que iba a tener el orgullo de la menor, que ella se negaba a aceptar, Luther tenía razón, todavía estaba muy cansada para lograrlo, estaba obligada a aceptarlo, pero no quería, aún podía resistir.

— ¿En serio vas a forzarme? No tienes que llevarme, puedo pedir un taxi —

          Ahí se vio la actitud rebelde y terca de Aponia, no se dejaba convencer tan fácil, y menos en algo en el que ella estaba convencida que tenía razón; había sido humillada en frente de todos, lo menos que podía hacer para recuperar su fuerza mental y no caerse de rodillas a llorar era forzarse a que si podía hacerlo. De todas formas, Luther también era orgulloso y terco como ella, quizás hasta más.

— Ah, ¿no? — Con un sólo movimiento, la jaló del brazo y la tomó por la cintura, elevándola en sus brazos.

— No puedes- ¡Ah! — Aponia dejó salir un respingo por el susto de ser cargada.

          No tuvo ningún problema en levantarla entre sus brazos, no era sorpresa que Luther tuviera esa fuerza para levantar a la menor, entrenaba, además de que era mucho más alto y grande que Aponia. La cargó sin esfuerzo sólo para demostrarle que ella estaba equivocada, y que él tenía todo el poder de llevársela sin tener que estar discutiendo en medio de la calle si podía caminar o no. No le importaba si lo retaba, la llevaría a su casa costara lo que costara, aunque no se vio mucha resistencia de la chica quién se aferró a él.

𝐌𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐢𝐝 𝐕𝐢𝐫𝐠𝐢𝐧 | 𝘓𝘶𝘵𝘩𝘦𝘳'𝘴 𝘧𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora