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Después de la noticia tan explosiva que le había dado a Luther, todo había cambiado en su entorno. Lo que ella había planeado como una sorpresa agradable para ambos, terminó en una revelación de ansiedad e impulsividad gracias al comportamiento del hombre del que ella estaba enamorada e iba a ser el padre del hijo que estaba esperando. El simple procesamiento emocional era algo a lo que Aponia no estaba acostumbrada, y ahora el estrés por el embarazo a tan joven edad estaba tomando lugar en su vida.

          Las presiones a su alrededor estaban incrementando de manera exponencial, cada día la carga se volvía más imposible de sostener, aunque intentaba mantener una fachada de tranquilidad y normalidad, Aponia no era una buena mentirosa. Los únicos que compartían el secreto de su situación era ella y Luther, ni la familia de Aponia o sus amigos cercanos tenían idea de lo que estaba ocurriendo con su vida; probablemente los únicos que sabían era Randal y los habitantes de la casa Ivory, pero ella no los conocía, ni de vista, por lo que eran una opción descartable de consuelo.

          Los cambios no tardaron en manifestarse, de manera sutil. Mayoritariamente emocionales que físicos, de todas formas, estos seguían ahí. La rubia apenas si salía de su casa, se la pasaba todo el tiempo encerrada, toda la alegría que Aponia desbordaba se había ido, los días parecían más oscuros y solitarios. Las salidas con Luther se volvieron cosa del pasado. Él no dejaba de exigirle que saliera de su ensimismamiento, quería que la mujer que él había conocido volviera de manera inmediata, ella simplemente se negaba. La presencia de Luther era una combinación entre consuelo y ansiedad.

          El golpe era demasiado para que alguien con la estabilidad emocional como la de la chica pudiera soportar una presión así de grande, su salud estaba deteriorándose. Los días se volvían una rutina tortuosa de completar, exigiéndole un esfuerzo hercúleo que Aponia simplemente no podía sacar, no había día en el que tuviera su rostro pálido, algunas ojeras bajo sus ojos azules. Los mareos y nauseas se volvieron insoportables, dejándola débil. Había ocasiones en las que apenas probaba bocado y este no tardaba en regresarse por donde vino, obligándola a salir de sus clases corriendo hacia el sanitario para vomitar la poca comida que tenía en su organismo. Esto aumentaba el miedo que tenía que sus compañeros de trabajo la descubrieran, lo que añadiría más problemas a la piedra de Sísifo que cargaba sobre sus hombros.

          Ese día, Aponia se encontraba dando clase como de costumbre, explicando lo que había escrito en el pizarrón desde el asiento de su escritorio porque no soportaba su propio peso de pie, lo que le dificultaba el realizar su trabajo.

— Eso es lo que tienen que hacer, niños. Por segunda vez, por favor guarden silencio mientras hacen sus actividades — Ordenó la profesora con una voz cansada, mientras se frotaba el puente de la nariz con sus dedos.

— Maestra Aponia, ¿qué dice allá? — Preguntó uno de los niños desde su asiento, señalando unas palabras en el pizarrón.

— Cariño, puedes levantarte y verlo sin problema... — Volvió a contestar con el mismo tono de voz, volteando su cabeza hacia donde le pedía el niño, entrecerrando sus ojos para intentar enfocar. — Cielos, no veo hasta aquí... —

          La rubia se levantó con dificultad de su asiento para poder dictarle a su alumno lo que le había pedido, pero apenas dio unos pasos lejos de su escritorio se desplomó en el suelo, sosteniendo con una mano su estómago y con la otra se cubría la boca, lo que asustó a muchos de sus alumnos, quienes empezaron a gritar y otros corrieron hacia ella, para ver si su maestra estaba bien. Aponia se levantó rápidamente y salió corriendo hacia el baño.

          El miedo de los alumnos presentes se hizo evidente que algunos empezaron a gritar, hacer bulla y otros salieron para ver que estaba pasando; el escándalo del salón de Aponia se hizo evidente, algunos maestros salieron de sus aulas para ver qué pasaba, incluso unos cuantos profesores que se encontraban en la sala de docencia salieron, incluyendo a Luther, Charmine y Kennedy.

𝐌𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐢𝐝 𝐕𝐢𝐫𝐠𝐢𝐧 | 𝘓𝘶𝘵𝘩𝘦𝘳'𝘴 𝘧𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora