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Durante todo el tiempo que estuvieron juntos apenas minutos después de cuando fueron oficiales, la menor empezó a actuar como una novia: ser cariñosa, melosa y a tratarlo de una forma íntima, como una pareja.

          Y con eso en mente, ambos empezaron a conocer más cosas el uno del otro. Conocer sus sueños, sus pesadillas, sus más ocultos secretos, su lado oscuro, y muchas cosas más, debían tener paciencia, en especial Aponia, pues Luther no se iba a abrir tan fácilmente como ella. De todas formas, no pasó mucho tiempo para que se notará el cambio en Aponia.

          Cada día Aponia le traía el desayuno o un almuerzo a Luther para que ambos pudieran comer juntos, cantaba durante las horas santas pues sabía cuánto le gustaba a él eso, siempre qué se veían por los pasillos lo saludaba. Cuando se encontraban solos a ella le gustaba abrazarlo, darle cariño, hablar con él, demostrarle que estaba dispuesta a todo. Luther estaba muy consciente de esos cambios que tenía su novia, era una gran señal para él que pasara eso. Aponia se transformaba lentamente en la pareja perfecta, que no se había equivocado en darse esa oportunidad de ir al bar aquella noche y hacer que ella se acostara con él.

          Lograron conseguir conocer más el uno del otro. Luther ahora sabía que Aponia amaba el té, la herbolaria y botánica, los bosques, el canto, la música, etc. También sabia de sus anhelos y sus temores, lo tanto que ella amaba a su madre, los niños, y también los complejos que tenía por el ya mencionado, abandono de su padre. Todo esto le daba a Luther una visión de lo tranquila que podía ser Aponia si no se la pasara a veces de paranoica y esforzándose tanto en agradarle a la gente que abrumaba, pero de esos defectos que ella tenía, él podía sacarles provecho. Del lado de Aponia, ella no pedía mucho de Luther, no era tan demandante más que sentimentalmente por sus inseguridades, pero no había día en el que la rubia le demostrara lo tanto que lo amaba.

          Al final de todo, él se haría cargo de que ella lo amara más que a cualquiera en el mundo, incluso más que a su familia. Sólo era cuestión de tiempo antes que él tuviera a la chica completamente dependiente de su persona, y aún a pesar de ese control y limites que eran impuestos por él, Aponia siguiera siendo un ángel.

          En la hora de descanso y receso que tenían los alumnos de aquella escuela, Luther pudo ver a Aponia jugando con los niños de guardería, se veía tan maternal, muy feliz de estar jugando con los pequeñitos. Observó cómo su pareja disfrutaba de la compañía de los niños con los que estaba jugando, con esa aura, eso sacaba mucho material para imaginársela en un futuro, siendo madre de sus propios hijos. No muchos profesores se involucraban así con los niños, obviamente sus cuidadores sí, pero no los demás como Aponia lo estaba haciendo, que era otra cosa que demostraba de ella: siempre estaba involucrada, aunque a veces no debiera.

          En algún punto, Aponia se giró hacia la dirección de Luther junto con un niño pequeño, ella señaló al hombre para que el niño empezara a mover su mano como si estuviera saludando, junto con ella.

— ¡Di hola, cariño! — Pidió Aponia al menor, quien la obedeció y empezó a gritar el saludo.

          Ivory encontró esa escena algo linda, siendo tan comprometida con su trabajo, tanto cuidadosa como maternal con los niños no era común de los profesores que no enseñaban en el área de kínder, pero le gustaba la forma en la que ella lo hacía. Al ver como ella y el niño pequeño lo saludaban desde la distancia, no pudo ignorarlos y les devolvió el saludo, únicamente con su mano y su semblante serio, pues, aunque le gustaba verla así, no le encantaba la idea de que estar tan metida en eso le fuera a meter ideas que él no quería que ella tuviera. Así que sólo respondió por cortesía y se volteó, dejando que ellos siguieran en lo suyo.

          Por lo tanto, la joven era cercana a sus estudiantes, siempre los defendía, cuidaba de ellos y se aseguraba de que tuvieran una buena actitud a pesar de las limitaciones de las monjas, a veces permitiéndoles romper algunas reglas. Gracias a eso no era la más querida entre los profesores, siquiera tenía dos compañeros educados entre los profesores y una amiga en el área de kínder, Annalise, con quien siempre estaba si no se encontraba con Luther.

          Y claro que no había día en el que Aponia no le contara a Luther los roces que tenía con sus compañeros de trabajo, como algunos la miraban feo, le hacían la ley del hielo o lograban ser exageradamente estrictos cuando ella cometía algún error. Por eso se quedaba sola la mayoría del tiempo si no podía recurrir a Anna o a los alumnos, de otra forma, se aferraba a Luther, buscando de su protección, tratando de no ser tan obvia enfrente de los demás.

          Como su novio, la responsabilidad de Luther era quedarse a escucharla cuando se presentaban esas situaciones que le afectaban demasiado, aunque no le pusiera tanta atención, tenía que estar ahí para apoyarla en lo que quisiera. Le frustraba de cierta manera que ella se estuviera quejando.

— No entiendo porque se están comportando así, no creo que estés haciendo algo para dañarlos o causarles problemas, ¿o sí? —

— ¡Claro que no! — Se quejó la menor. — Ellos sienten envidia o les molesta que yo trate a los niños como personas que merecen respeto... o no lo sé, no sé qué les molesta tanto de mi — Contestó. mirando su tasa de té con malestar.

— Bueno Aponia, no le puedes caer bien a todos, acéptalo y ya, deja el tema porque tú misma te estas ahogando en un vaso de agua — Luther aconsejó con una voz cansada, con los brazos cruzados por la molestia.

— ¡Sólo estoy haciendo mi trabajo, y no puedo evitar que me traten así sin razón! Ya sé eso, pero de todas formas quiero llevarme bien con todos para tener un ambiente de trabajo saludable, pero eso les molesta. Estoy contigo, les molesta, estoy sola, les molesta, estoy con los niños y les vuelve a molestar. ¡No tiene sentido! —

— Estas forzando las cosas, Aponia... —

          Luther sin duda estaba cansado de la conversación, le irritaba la terquedad de Aponia en querer llevarse bien con todos, era tan agobiante, Él mismo sabía que tenía algunos enemigos en el medio, no les prestaba atención y los pisoteaba para que supieran que, sin importar su odio, él sería mejor. Pero eso no funcionaba con Aponia, parecía un perro desesperado por amor. Recapitulando el comentario de Aponia, volteó a verla.

— Espera, ¿yo que tengo que ver en esto?, ¿a poco están celosos de que yo esté contigo? No creí que les gustara tanto... —

— Ósea, no creo que eso sea la única razón, eres muy popular entre las maestras... pero no creo que esa sea la única razón, debe de haber algo más —

           La rubia siguió comiéndose la cabeza, formulando razones, causas y consecuencias sobre lo que estaba sucediendo, Luther, evidentemente no le hizo caso, prefirió perderse en su agenda, haciendo cualquier otra cosa que seguir escuchando a Aponia quejarse.

— Dios, no los soporto... son tan molestos como recuerdo... —

𝐌𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐢𝐝 𝐕𝐢𝐫𝐠𝐢𝐧 | 𝘓𝘶𝘵𝘩𝘦𝘳'𝘴 𝘧𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora