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Los minutos pasaron, casi iban a irse a horas de estar en aquella reunión profesional de todos los docentes de aquella institución. Al final, cuando todos los profesores empezaron a retirarse para ir de nuevo a sus clases, descansos o retirarse, en ese momento Aponia se acercó inmediatamente a Luther, tomándolo del brazo para llamar su atención, y apenas el hombre se detuvo y giró su cuerpo, la rubia lo soltó, tratando de no invadir su espacio personal

— ¡Profesor Ivory, espere por favor! — En ese momento Aponia le dio una muy pequeña reverencia —Quería agradecerte por haberme defendido y proponer mi participación. Me hubiera gustado que la madre superior no se fuera contra ti por mi culpa, pero... quiero que sepas que estoy muy agradecida y me comprometo a hacer esto de la mejor manera posible, y si es bajo tu guía, mucho mejor —

          Los ojos de Luther denotaron algo de sorpresa por el comportamiento de la menor ante sus palabras minutos antes de esta conversación, pero se limitó a sonreír con modestia.

—Era mi deber defender a una mujer inocente que solo estaba haciendo su trabajo, y que lo hace muy bien, simplemente era mi deber — Suspiró con algo de alivio, mirándola fijamente.

— Yo —

—Aponia, tu mereces ser la virgen María, y no tengo duda de que lo harás increíble —

          A diferencia de lo que se podía mostrar en su interior, Luther parecía fingir bastante bien frente a las personas, y en especial frente a su interés carnal, quien no tenía idea de nada. Aponia lo escuchó atentamente, cada una de las palabras las analizó, logrando que se sonrojara porque Luther creyera que era capaz de hacer, ¡se había sonrojado por él!

          El hecho de que Aponia se sonrojara llenó su corazón de orgullo y alegría, era algo verdaderamente asombroso que no podía ocultar lo emocionado que lo hacía sentir. Su belleza por si sola ya lo impresionaba, pero que pudiera presenciar de primera mano esos actos tan lindos, e incluso ser el que los provocaba.

— Lo sé. Pero aparentemente a la madre superior no le gustó lo que hice el lunes en absoluto, y sigo sin entender por qué. Yo creo que no tiene... — Y la mujer se fue perdiendo en una reflexión en voz alta en donde se preguntaba el porqué del odio contra ella.

          Había duda en sus palabras, no se notaba tan segura como su discurso lo decía, todavía se veía afectada por los rumores que habían empezado desde su llegaba, podían compararla como una hermosa mártir, se merecía ese rol. Y justo, en ese momento sintió algo de conexión con Luther, se sentía apoyada al menos por alguien en ese lugar que no eran los alumnos, se sentía querida.

— Eres todo un lindo, profesor Luther, muchas gracias — Volvió a dar una pequeña reverencia, ya era algo muy común de ella.

— Quiero que te sientas apoyada y bienvenida aquí, como todos deberían sentirse, en especial las mujeres, te admiro mucho y no puedo evitar apoyarte —

          La manera en la que Aponia lo veía lo hacía sentirse tan feliz, sus enormes ojos azules llenos de alegría y gratitud, verla como lo miraba era casi como si estuviera viendo a un ángel que había sido enviado al hombre. Su obsesión estaba creciendo más y más, cada vez que hablaban, su labia y dominancia ocupaban la habitación cada vez, entendiendo que, si se comportaba dócil y amable con Aponia, como un lobo disfrazado de cordero, sería más fácil para la menor abrirse con él, soltarle información y poder utilizarlo a su favor.

          En un momento de silencio, sólo se quedaron observándose el uno al otro, como si buscaran saber qué es lo que pensaba el otro, tratando de conocerlo en silencio. Pero Aponia rompió el silencio, separándose y riendo con nerviosismo.

— Ah em... No sé si todavía tienes mi número, pero — Sacó una hoja de su bolso junto con una pluma, escribiendo algo antes de dárselo al hombre — Aquí está mi número de celular y mi correo, en caso que necesites mandarme algo o simplemente hablar —

          Para lo que alguien normal y cuerdo sería totalmente común que te dieran el número de celular para empezar a platicar, para Luther era como si Aponia le estuviera diciendo que se casara con ella, que supiera todos sus secretos y la siguiera a todos lados. Que le dieran eso lo hacía sentirse como un adolescente, lo que no pudo sentir cuando tenía esa edad, pero debía de fingir como un adulto maduro y sano.

— Gracias por la información, te mandaré mensaje lo más rápido que pueda, y con eso todos los detalles de la ceremonia —

— Claro, no te preocupes. De todas formas, si lo necesitas, me quedo los miércoles y los viernes hasta tarde en mi salón, así que también podemos reunirnos para platicar — Ya llevaban tiempo conversando, lo que hizo que Aponia se pusiera nerviosa otra vez por el silencio. — Ay, lo siento, creo que ya te entretuve demasiado. Notifícame si necesitas algo —

          La forma en la que Aponia le estaba soltando la información de manera tan fácil sobre ella y sus horarios la hacía verse como una presa fácil para Luther, tanta confianza que tenía ella en que el hombre era una buena persona era tan tierno y patético al mismo tiempo, pero eso ayudaba a su relación a fortalecerse, a poder conseguirla mucho más fácil. No dejó pasar aquella oportunidad, su instinto de depredador natural se encendió dentro de su pecho y su corazón, la única vez que sentía algo, para usar sus trucos, carisma, sus encantos masculinos para conquistarla.

— Es entretenido hablar contigo, ¿sabes? Sería encantador vernos uno de esos días — Su voz endulzó los oídos de Aponia, tanto que la hizo reír.

— Tomaré eso muy en cuenta. Bueno, profesor Ivory, nos vemos luego — Se despidió nuevamente, rodeando el cuerpo del varón para dirigirse a la salida, sin mirar atrás.




          Al llegar a su clase, los alumnos saludaron a su maestra con alegría, recibiendo la misma cortesía por parte de la rubia; Aponia era muy conocida por ser el estereotipo de la "maestra miel": dulce, joven, muy inteligente, maternal, bastante aniñada, que era maltratada por sus compañeros laborales, aunque nadie lo sabía. Sí, un estereotipo bien logrado y sin complicaciones, pero quizás había algo más dentro de ella que eran las razones de su comportamiento. Aunque ahora, no se podía sacar a Luther de la cabeza.

          Iba a ser honesta, le llegaba a tener miedo a Luther de vez en cuando gracias a la forma tan penetrante e incómoda en la que la observaba, quizás era demasiado tímido o respetuoso para querer acercarse, pero ahora que habían sostenido varias conversaciones, se empezaba a jactar de que la timidez y el respeto no eran las razones por las que la veía así. No quería pensar que era peligroso e intimidante, no quería cometer los mismos errores del pasado, pero tampoco iba a ilusionarse al pensar que el mayor buscaba la atención de ella, no lo merecía, o más bien, sentía no merecerlo. Era demasiado conflictivo para ella querer adivinar cuales eran las razones para que un hombre como él estuviera prestando tanta atención a ella, pero tuviera comportamientos tan contradictorios, le causaba ansiedad de sobre pensarlo todo, aun así, intentó tomar algo bueno de la situación: formar una buena relación (de cualquier tipo) con un hombre, en donde podría dejar el pasado atrás.

          Los días siguientes su actitud hacía Luther cambió bastante, lo saludaba todo el tiempo, era muy atenta cuando él estaba en la misma habitación, se veía feliz, confiada de sí misma, lo que llegaba a ser algo extraño pues la seguridad propia que enseñaba no era común en ella.

            De todas formas, ese viernes en la tarde, como le había prometido, la rubia se encontraba en su salón, calificando las tareas de sus estudiantes al mismo tiempo que escuchaba música clásica en la vieja radio que tenía en ese salón como único medio de entretenimiento dado por la institución. Estaba sola, no había ojos que la observaran en ese lugar más que los de dios y los suyos, los impulsos más profundos y perversos lo obligaban a tomarla ahí mismo y hacerla pecar en contra de Dios; entró a aquel salón de clases, cerrando la puerta a sus espaldas, haciendo el bastante ruido para que la joven levantara la vista y se dirigiera hacia él, sonriéndole como una bienvenida.

— ¡Hola! Veo que viniste como me lo prometiste —

— Por supuesto, nunca le mentiría a una mujer tan inocente y dulce como tú, yo siempre cumplo mis promesas, Aponia —

𝐌𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐢𝐝 𝐕𝐢𝐫𝐠𝐢𝐧 | 𝘓𝘶𝘵𝘩𝘦𝘳'𝘴 𝘧𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora