13

175 24 34
                                    

Luther no pudo aguantar más y se lanzó hacia la rubia, tomándola en sus brazos con cuidado de no arrastrarse en el suelo, algunas de las otras chicas hicieron lo mismo, sosteniéndola en sus brazos y revisando qué estuviera bien, todo mientras Aponia intentaba calmarlos.

— E-Estoy bien... sólo denme agua, por favor — Pidió la rubia con una voz titiritante.

          Al traerle el agua, ella empezó a beber como loca, dejándose atender por los demás. Algunas maestras y monjas parecieron regresar al lugar como si se quisieran asegurar de que ya no quedara nadie, pero al ver a todos ahí, se quedaron paradas, observándolos desde lejos.

— Todo está bien, Luther... — dejó en claro la rubia, dirigiéndose al hombre.

          Luther se había quedado con ella, acariciando su cabello y su rostro, como si buscara consolarla y tranquilizarla, aunque en realidad él estaba buscando calmarse. Miró fijamente a Aponia, con una compasión algo falsa, pues no podía estar tranquilo sabiendo que su trabajo había sido saboteado.

— No estás bien, Aponia. Te empaparon en agua y no les importó en absoluto si te pasaba algo — Se quejó con rencor. — No estás para nada bien —

— Sí lo estoy, sólo hice lo que me pediste, quedarme quieta y verme bonita... nada más —

          Luther la miró con confusión, ¿por qué le estaba diciendo eso? Quizás ya estaba delirando. En el momento en que las toallas llegaron, las chicas comenzaron a secarla, trayéndole también su ropa para que pudiera ponérsela, todo esto mientras la cuestionaban.

— Maestra, no debió de haberse quedado parada tanto tiempo —

— No debía de quedarme así tanto tiempo... ese no era el plan —

— Pero ¿cómo no estaba en el plan? ¡ustedes dos lo organizaron! — Las chicas simplemente comenzaron a alterarse.

— Pero alguien pudo cambiarlo — Volvió a responder mientras se cambiaba, siendo cubierta por las chicas.

          Era difícil moverse, todo su cuerpo estaba entumido, aparte de que le había dado el sol tanto tiempo, el agua fría le llegó de igual forma, un doloroso cambio de temperatura qué le pasó factura.

          Mientras esto pasaba, a Luther le parecía innecesaria toda esa situación, que se estuvieran apuntando de manera tan estúpida, especialmente cuando Aponia estaba así de mal. Ella no estaba en condiciones de estar resolviendo preguntas y nadie de los presentes debería estar intentando pasarle la culpa a los demás.

          No podía soportar esa actitud, tanto que se le notaba en el rostro.

— ¡Dejen de estar peleando y dejen a la maestra Aponia tranquila! Necesitamos cuidarla porque nadie más hizo algo para ayudarla — Un tono de voz amargo salió de él.

— Sí profesor — Como muñequitos de guerra las chicas respondieron.

          Aquellas alumnas tuvieron que volver a su tarea de atender a Aponia, quién giró su cabeza hacia Luther, con algo de compasión.

— Déjalas, Luther, no es su culpa... me siento mejor, ya vámonos —

          La fémina alejó a todos los que estaban a su alrededor, incluido Luther, levantándose del suelo con algo de dificultad, logrando ponerse de pie. Aunque necesitaba apoyo para sostenerse, parecía no querer que la ayudaran. Él no quería que la menor se esforzara y él mismo quería ser quién se encargara de Aponia, nadie más que él.

— No — Contestó — No te ves bien, no dejaré que te vayas a cualquier lugar después de esto. Necesitas qué te ayude, recárgate en mi —

          El hombre no dejó que se alejara ni un centímetro más, corrió a su auxilio, tomándola del brazo y dejando que se recargara en su cuerpo, rodeando su cintura con su brazo, tomando la excusa de que era para ayudarla.

𝐌𝐲 𝐋𝐮𝐜𝐢𝐝 𝐕𝐢𝐫𝐠𝐢𝐧 | 𝘓𝘶𝘵𝘩𝘦𝘳'𝘴 𝘧𝘢𝘯𝘧𝘪𝘤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora